Pensé mientras el coche se lanzaba contra el muro que me hubiese gustado conservar la foto de familia del salpicadero, pero bastante tenía con saltar a tiempo del vehículo sin romperme ningún hueso.

―Es curioso ―me digo―, hago todo esto por desaparecer, por borrar las huellas de mi pasado… y sigo aferrándome a cualquier detalle que me recuerde quién fui.

En la estación compro un billete para el primer autobús que sale de la ciudad, sin fijarme siquiera en el destino. Tenga el nombre que tenga, es mi última oportunidad para intentar olvidar y empezar de nuevo.

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