Amanece en el aeropuerto.

Amanece en el aeropuerto.

Lástima que no haya billetes para maniquíes y así tener recambio para el rostro.

Maldito viaje de negocios, con sus apretones, sus risas en catarata, como un canto a la fauce, al «yo más», con mangas de camisa y cuello almidonado.

Dónde voy con esta cara de Don Nadie, con porvenir de garabato y rizo asalvajado.

Otro amanecer a través de cristal de aeropuerto, cuatro pensamientos antes de embarcar, cinco filas hasta mi asiento, seis minutos antes del despegue.

Quién dijo que esto era obligado, que rindiera mis horas, mi vida.

¿Qué narices hago tan lejos de mi hijo?

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS