La gente sube y baja de la barcaza con la que navegamos. El Río es una bestia grandiosa e inescrutable, y sus tentáculos lo abarcan todo, dándonos infinitas posibilidades para recorrerlo. Viajamos ligeros de equipaje en un viaje que solo es de ida, tal y como son los verdaderos viajes. Navegamos por los caminos serpenteantes que dibuja El Río a su paso, tratando de desgranar, al mismo tiempo, quienes somos. En el camino empiezo por fin a conocerme, fuera del foco de lo que siempre he sido.

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