Le amargaba saber que mientras iba en el metro con los pies congelados, sujetando los mitones de sus hijos, él estaba con su nueva novia buceando en las tibias aguas de esa playa de Tailandia a la que habían prometido ir juntos.
Agotada, lloró persiguiendo a los niños por el pasillo de los animales disecados.
Hasta que se detuvieron al fin en de los minerales.
Mirando el resplandor cristalino de un diamante en bruto, comprendió que el tiempo transforma lo duro y opaco en piedras preciosas.
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