Entre las oscuras guedejas de vapor que suben hacia el cielo, abriéndose paso a través del estruendo de ruedas y bielas, ya se adivina un paisaje familiar que cobija unas manos amorosas y una boca anhelante. Resuena el lamento de un antiguo adiós en el aire quieto y él espera con ansia el júbilo del reencuentro anticipado, de los días aún por llegar. Ella aparece en el andén envuelta en la bruma del ayer, que se deshace a su paso…

Le despierta el sol que resbala entre las rejas de la ventana.

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