La naturaleza no viaja, se queda donde nace, en la tierra. Siempre lo he visto. Por ejemplo, las encinas no se marchan, por eso hoy voy a despedirme de ellas. He salido un poco antes de casa para llenar mi mochila de bellotas: se van a venir de viaje conmigo muy lejos. Voy a ir dejando bellotas cerca de otros árboles. Verán bellotas en Kamchatka, Quintana Roo y Maracaibo, y sobre todo, en Uagadugú. El resto al mar Mediterráneo, bellotas para los peces, cuando vuelva desde Melilla a casa.

Vamos.

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