Ella está. La amorfa y desvergonzada putilla va y viene, de tu cabeza a la de otro, busca quien la puede hacer suya, quien llegue hasta lo profundo de ella. No le importa rondar por veinte años y siempre estar en la punta de tu lengua o hacerte cosquillas en la yema de tus dedos. Ella no es tuya, no es de nadie, existe sin ti y te lo demuestra al momento que lees algo que pensabas escribir. Ella cortejará la cabeza de todos en la habitación, e incluso así ninguno la exteriorizará igual.

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