Mario dicta una palabra para desarrollar un tema. Individual. Dice la mía. Proscrita, absoluta y temeraria. A su tiempo da por terminado el ejercicio y solicita las hojas. Desfallezco, una sola palabra he logrado escribir, solo veo a Mario tomando la hoja de la impresora. Me mira y sonríe complacido. Mi hoja solo dice la palabra repetida, acusando tal como los ecos que repican en mis oídos Satanas, Satanas, Satanas.

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