Aquel hombre, estrafalario y bohemio, entró el primer día al taller literario al que me apunté, se presentó, parco en palabras y leyó unas notas que preparó sobre su idea de la literatura:

“Hoy no quiero escribir, nada quiero comunicar, ni deseos, ni tragedias, ni tampoco vivencias. Quiero páginas hueras de letras, folios de nieve, que todo sea silencio. No pretendo conquistar, si me apuran, tampoco gustar, tan sólo desearía desnudar mi corazón ante quien siquiera una vez, me leyó”.

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