Sucedió porque se le presentó una idea asombrosa: Daría un salto y participaría en un concurso literario.

Lo planificó bien. Primero renunció a su trabajo, lo que no le costó mucho, pues era sumamente aburrido. Después compró el mejor ordenador que pudo encontrar.

Se dio un plazo de un mes para escribir la obra ganadora.

Apenas comenzó, frente a la pantalla, se percató que de nada sirvió planificarse, pues carecía absolutamente de la idea conductora de su obra. No supo iniciarla ni terminarla.

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