Ya pasan de las ocho de la noche y el toque de queda ya se nota en la calle en la capital del estado de Oaxaca, ningún alma que se torne valiente trama invadir la calle a esta hora, ya no es posible, ya no es seguro, ya es estúpido en esta pequeña ciudad al sur de México.

En el pequeño hospital de la calle de García Vigil, el doctor André y Guti salen a fumar un cigarrillo al balcón del segundo piso, desde ahí pueden ver la calle vacía. De pronto el doctor André ve en el fondo de la calle una sombra apresurada acercándose a ellos. Es una chica joven, vestida de un bata blanca ensangrentada que le cubre de pies a cabeza. 

–¡Hey chica, que haces ahí! ¿Te encuentras bien? –grita el doctor André sin obtener respuesta, por lo que sale del balcón para alcanzar a la chica. 

Los pies descalzos de la chica tropiezan y cae al suelo, un grupo de policías la rodean y le apuntan con sus armas largas.

–Ya no hagas más estupideces y levántate, apúrate– le dice uno de los policías mientras la patea.

El doctor André los alcanza

–Deténganse, ¿porqué hacen esto? Ella se ve herida.

–Por favor ya no me lastimen, me duele –dice la chica – yo tengo plasma positivo.

–¿Tu tienes el plasma en tu cuerpo? Déjenme llevarla al hospital por favor, ella puede ayudar a la gente –dice el doctor dirigiéndose a los policías.

Por la calle va llegando una camioneta de la policía que se detiene al lado de ellos.

–Ya estuvo bueno de tanto show –dice uno de los policías mientras da un culatazo en la nuca del doctor, quien cae adolorido al lado de la chica. 

–Ya sabemos donde estas cabron, más vale que no hagas nada o si no venimos por ti.

Los policías se suben a la camioneta y se van, mientras el doctor se queda aun en el suelo adolorido, sobándose la cabeza.

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