PIEDRAS PARA FRANCISCO…

PIEDRAS PARA FRANCISCO…

Lléguese hasta Fuentetaja, y tajee  historia de vecinos pelados para que sepan en esa región con que nenes jugaban en la otra orilla, sugiere el «pibe de Fernández», activo protagonista del  cuento.

«Rodilla » era totalmente pelado, Francisco Locovich,  vecino  lento de Wilde, un barrio de gavilanes bravos. Para sacar chapa de veloz, el hombre avanzó a dama entrada en años, y kilos. A dicha vecina la cortejaba el pelado Oaki, un verdulero entrador como jeringa de hospital. Quién cobraba en algunas ocasiones con favores corpóreos. Un plan canje. Enterado el verdulero, que el otro pelado reparador de televisores, le había realizado un cortocircuito en la relación furtiva, juró vengarse feo.

La casa de Francisco era un chalet  prefabricado liviano con techos de chapas a dos aguas, con altillo elevado que sumaba otro techo con chapa arriba.. En síntesis una catarata perfecta. Encomendó la vendetta, el verdulero al «pibe de Fernández»,  audaz todo terreno. 

El cantor  necesitaba recaudar pesos para asistir diariamente, a Yamila, cabaret cercano con mercenarias apetecibles, la barra lo doblegaba. El encargo era sencillo, tire le 20 cascotes al techo, todas las noches, y tiene  copas pagas por un mes. Ningún problema, puede adelantarme algo, quiero la mía ya…

No fue solo. Les comunicó a los pibes de la esquina quienes se sumaron a la pedrada.Se movía la construcción, temblaban las chapas ruido infernal. Al rato, aparecía «Rodilla», con una linterna examinaba. El jardín estaba cubierto de cascotes.   No había nadie en la cuadra. Meditaba Francisco. Así todas las noches durante un mes, el verdulero pagó honrosamente la cuenta. Locovich, cansado le preguntó a Oaki, no puedo dormir, llueven piedras,  qué hago? Venda cascotes. Por hay, es una señal. Algún marido celoso, Francisco, tenga cuidado. Aguante, no denuncie. Peor estaría si lo balean…

El episodio nocturno produjo un vicio raro. Todas las noches, piedras, escapadas y risotadas. Ritual contundente. Nunca supo quién tiraba. Más de veinte años duró la venganza. Abandonaron, cuando el cantor se casó, dejando el barrio.

Tiempos de cuarentena, no puedo dormir, dice Fernández. Mi mente viaja hacia atrás, cuando éramos pibes; y los vecinos solidarios, altruistas aportaban generosamente para nuestros juegos…

ISIDORO GUIDROBROS.

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