Saldrá al exterior cuando el azul de paso al bermejo y al naranja y las sombras se alarguen sin premura para fundirse en una sola.

Paseará sin temor por calles despobladas en las que ya no se escuchará el estrépito de centenares de pisadas. Solo el maullido lejano de algún gato, o un ladrido solitario, quebrará la quietud de la noche.

Las hojas de los árboles dejarán de estar enfermas y ya no se acumulará el hollín sobre sus cortezas. Los suelos dejarán de lado el gris y el negro cuando se cubran de nueva vida.

Solo la luna iluminará su incansable búsqueda de sustento.

Entonces, justo antes de que raye el alba, cuando la noche es más oscura, volverá al amparo de su madriguera.

Porque, a pesar de nosotros, la vida continúa.

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