Era insostenible mantener el sistema con tantas pensiones in crescendo en los últimos años. Se negaron a morir. Después de haber vivido más de lo que nunca hubiesen soñado, se convirtieron en egoístas de su propio destino. Su tiempo ya pasó. Tuvieron la oportunidad de despedirse con dignidad. Con honor, si cabe. Pero no. Se aferraron a la vida. No comprendían que fue imposible encontrar un equilibrio entre economía, superpoblación y jubilación. Ni las dos guerras mundiales, ni la crisis de 2008 pudieron eliminarlos de un plumazo. Debieron haber dejado paso a las nuevas generaciones. A los más jóvenes. ¿Cómo íbamos a crear futuro y puestos de trabajo si buena parte de las arcas del país se lo han estado llevando ellos mes a mes? ¿Qué se lo ganaron después de muchos años en el tajo? Por supuesto que sí. Nunca lo hemos dudado. Pero una cosa es seguir vivo casi veinte o treinta años después de dejar de trabajar y, otra que, en tal caso hubiesen donado parte de su sueldo para la causa. Y sabemos cuáles fueron sus respuestas.
Ante este colapso social-económico a escala mundial —de los países desarrollados— no nos quedó otra que acudir al Protocolo Burbuja.
Fuimos entrenados a conciencia si llegase el momento. Nos tatuamos en el subconsciente las 3S
(Sin corazón, Sin oídos, Sin ojos). El siguiente y definitivo paso, tomar acción.
Las reuniones secretas que mantuvimos con los gobernantes de los países aliados han obtenido su fruto. La prensa internacional fue sobornada. Las televisiones públicas saben cuando y cómo soltar la noticia en el preciso momento. Es lo que nosotros llamamos “el efecto caos”. En muy poco tiempo conseguimos que la mayoría de la población se confinara en sus casas. Tomamos medidas muy duras en algunos lugares y en otros menos. No podíamos llamar la atención. La operación “3ª edad” está siendo todo un éxito. El desplome económico es nuestra coartada. Ya remontaremos cuando ajustemos números. A su debido tiempo. Haremos un recuento para dar a conocer los verdaderos datos. Paciencia o muerte. Los laboratorios saben cuando anunciar la ansiada vacuna.
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