Dejadme romper la cabeza
en vuestras esquinas,
en esos días hermosos
en que a toda vela las olas,
crispado en el cuarto de las torturas,
deje en el umbral negro sus semillas.

En este sanatorio se oye gritar
hasta las piedras,
bajo los aleros de sus ventanas
con lágrimas entre las hojas,
alzo mi copa camaradas,
y cuando sepas que he muerto
dí sílabas extrañas.

La política trae la muerte
como un barco de mercancías
y mi patria está echa para robar
con sus catapultas y trampas.

Como a un árbol le arrancan
los frutos para las bocas
y como pájaros y bestias
pican de nuestro pan
dejando hambre en las nuestras.

De varias muertes próximas
entre besos y palabras
dejo en las hojas enlazadas
el sentir de las cosas,
y las cartas se quedan vivas
después de cinco o seis puñaladas.

Otro poeta a muerto
dejar las puertas abiertas
que pase el plomo de las lágrimas
y las piernas temblorosas.

Confundes mi lecho con las penas
sin saber que mi cuerpo es una conquista
en los cielos soñados con estrellas

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