El que hablaba con las ratas

Hoy me desperté y supe que no estaba ya en la pesadilla, sentí un gran alivio al lograr entender que nada fue real. ¿O acaso lo era? ¿Era mi mente jugándome una mala pasada? Una muy mala si lo era ¿O era yo mismo negándome a recordar si lo sucedido fue real o no?

Esa mañana no desayune, pasaron las horas y no ingerí ningún alimento, el hambre era algo que ya había olvidado, al igual que acercarme al fregadero ¿pero por qué? Y fue cuando oí a una rata; recordé que ya la había oído, el cuándo no sabría decirlo. El sonido de patitas escurridizas se intensifico, ahora la escuchaba a mi lado, sentí un cosquilleo en el cuello, sentí como olfateaban mi rostro y juro que pude percibir como aquella rata me hablaba. Recuerdo que me sobresalte y grite, y cuando lo hice advertí que no había nadie conmigo, que mi enigmática visitante no existía, que era invención mía. Vaya susto el que recibí cuando escuche a la rata, cuando sentí sus bigotes asquientos rozando mi cuello, cuando la toque y escuche esos chillidos, chillidos que ahora rondan en mi cabeza cada cuando observo a otras ratas moverse desde fuera de los barrotes, ratas que ahora mismo me observan mientras yo observo afuera. Mi mano tiembla aún más que cuando probé por primera vez la rata, cuando sentí el grosor de su cola entre mis dientes, recuerdo que vomite y que me alegre de que la luz se hubiese ido, no deseaba verlas.

No ingerí nada y no deseo hacerlo más, solo espero que me vuelva a hablarme, que regrese de la muerte como hizo antes.

Se que lo vivido por mí no fueron pesadillas y lo sé porque he visto la rata con el vientre abierto del fregadero, la rata que creo que he comido, la razón por la que no quiero comer más. No recuerdo cuando perdí la cordura ni recuerdo desde cuando estoy aquí, lo único que sé es que deseo ser una escurridiza rata y largarme. Ahora solo espero no olvidar nada mientras duermo.