La casa es grande y solitaria. 

Las ventanas están cerradas, las luces apagadas y el corazón sofocado.

Al otro lado de las paredes se habla de una enfermedad, una pandemia, que tiene a las personas asustadas, resguardadas, rezando por una misericordia no merecida.  La humanidad siendo amenazada por el cálido, pero incierto llamado de la muerte.

He vivido en cuarentena toda mi vida, conteniendo dentro de las paredes mis sentimientos y manteniendo mi agridulce soledad. Nunca me sentí acorde con las personas, me mantuve en confinamiento de la maldad de la humanidad, de la guerra, del poder, de la falsedad. No hay peor plaga que el ser humano y eso lo aprendí a las malas, a muy temprana edad.

Y es que ahora piden clemencia, piedad. Ahora rezan a un Dios que nunca ha escuchado, ahora, que están muertos del miedo, han dejado en evidencia lo peor de la raza humana, el egoísmo, la violencia, la carencia de empatía, la absurda necesidad de poder, la característica doble moral, la vergonzosa y nauseabunda identidad de una raza que se ha hecho camino dejando un rastro de sangre.

Y ahora, que estamos encerrados y muertos de miedo, nos damos cuenta de que no somos tan grandes como decimos ser, no somos poderosos, no somos superiores. Somos animales revoltosos, dignos de un castigo de mayores magnitudes, dignos de desprecio por lo que le hemos hecho al mundo, merecedores de plagas y pandemias e incluso, de la extinción.

Rueguen, recen, lloren sobre la sangre derramada; pidan perdón, y no a su Dios, pidan perdón a la naturaleza que han magullado, a las demás razas, reconociendo que se trata de iguales, no de inferiores; y sobretodo, pidan perdón a la propia humanidad, por haber sido estúpidos, y egoístas. Perdón por las guerras, perdón por la poca empatía, y cuando todo esto acabe, regocígense de esa digna rabia para en un futuro ser merecedores del raciocinio que, hasta ahora, nos ha condenado.

y les prometo que yo, encerrado bajo este techo endeble, solo, triste y avergonzado, creado de la misma escoria de humanidad, viviré siempre arrepentido.

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