Tan lejos y tan cerca el uno del otro, en la cola del check in de este aeropuerto, no lugar con unas coordenadas concretas, en que nada murmulla contra mí, un extranjero en tránsito; ni contra ti, una mujer ciega a toda diferencia, condenada a “lo de siempre”. Como todos los demás, enviamos mensajería instantánea a alguien anónimo que todavía espera nuestro regreso en un lugar que nos define, quizá por haber sentido carencias de todo tipo, que sirvieron para reflejar nuestra historia colectiva, desde la infancia hasta ayer. Las papeleras están a rebosar y las escaleras mecánicas van de lo urbano a lo imposible. Los porteadores cargan equipaje recién plastificado y los taxistas buscan clientes que transportar a París, Texas. Al fondo, está el centro de la ciudad, que se extiende como una mancha más en la distancia, rodeada de círculos concéntricos de autopistas de peaje y que ya no puede re situarnos. Bajo el anonimato del silencio, desde el sistema de vigilancia, alguien nos contempla y, en la naturalidad de de todo flujo, somos parte de una realidad que evidencia el caos. Nada podría modificar el orden del sistema en que nos hallamos inmersos, siquiera un virus letal que provocase una pandemia global o un grito sordo de auxilio. El comportamiento de todos los pasajeros resulta mimético, pues es una conducta aprendida después de esta vida, cuando la relación con el espacio es la ley, cuyos artículos, disponen mantener una distancia de preocupación, llevar una mascarilla y lavarse las manos durante un mínimo de veinte segundos frotándose con intensidad. Sé que todavía no he salido del país pero siento haberlo hecho demasiadas veces antes como para siquiera haber llegado con anterioridad. Seguramente, tú sentirás lo mismo, pero en sentido inverso. Yo llegué ayer, en un viaje de negocios, para impartir una conferencia sobre el “lawfare”. Tú, estabas entre los asistentes, sentada al final de la sala, en una butaca desvencijada, que hubo que colocar por llenarse el aforo, sobre la marcha. Entonces, como ahora, con esta otra mujer, tu belleza exterior era el reflejo de la interior.

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