Lo que sucedió después… es un misterio (1ra de dos(2) partes)

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En aquellos días, pánico, tristeza y desesperanza deambulan a placer en parajes desiertos, grandes riquezas, gobiernos y ejércitos palidecen ante la presencia indomable de la naturaleza. Madre Tierra sacude equilibrio y tranquilidad de infames, indolentes y miserables ambiciosos que presumen poseer el control, verdad y realidad embiste rostros atiborrados de perplejo desconcierto. Su existencia parasitaria apenas corresponde a un instante imperceptible de la creación. Hambre, llanto y dolor empuñan estandartes de lucha sin tregua contra la insolencia de ilusos seudo amos y señores del mundo.

La batalla inicia en la gran nación oriental, el arma elegida por espíritus elementales, un feroz e invisible destructor, escarmiento primigenio que precede enorme desolación, minúsculo recordatorio de que somos viajeros ocasionales en el ferrocarril infranqueable de la vida. Veloz, esquivo y letal, las garras del gran maestro rasgan el frágil equilibrio impuesto por doquier, quienes agotan esfuerzos por mantener secuestrado el pensamiento, utilizando al ser como marioneta en espectáculo dantesco de depravación materialista, pronto descubren que espectadores de tan aberrante comedia cobran caro la mediocridad del guión vacío e intrascendente.

Danza implacable de seres solitarios deambulan al precipicio de la fría muerte, restos consumidos por el fuego en hornos de conspiración y traición, ojos desconocidos y aterrados, se esconden bajo trajes traslucidos de estupor enmascarado, mientras temen recorrer aquel triste abismo. En avenidas desiertas se desploman seres en asfixiante agonía, dejando el último aliento sobre aceras atestadas de expectación tardía. Lágrimas brotan desbordadas sin consuelo detrás de ventanas opacas humedecidas por aliento desesperado de cautivos cabizbajos, manos atadas en penuria suplican auxilio. Sordos e invidentes embaucadores apuestan a la perdición, sacando provecho del dolor infringido, entre tanto, infinitas paredes de dulces moradas se transforman en insensibles barrotes, puertas coloridas se erigen infranqueables y pasillos seducen a cavernas sombrías de caluroso infierno.

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