Semana 1:

Se llenaron de ausencia las plazas, las casas, los capitolios, los mercados. La ausencia se pasea por cada rincón del pueblo. Las gentes no salen de casa; de vez en cuando los vecinos abren sus puertas a extraños que cargan extrañas cajas coloridas en las partes traseras de sus vehículos (bicicletas y motocicletas); de allí (de la caja) se expulsan platos a la carta que , previamente, se exhiben en aquellas pequeñas grandes vitrinas llamadas aplicaciones móviles.

En los centros de abastecimiento hay más personas que comida. En los medios tradicionales y «modernos» aconsejan no salir de casa, cerrar las cortinas y las ventanas, tomar precauciones para evitarle dolores de cabeza al Estado con los cadáveres de los afectados; ya que aquello que mata a los enfermos permanece en el cuerpo y acompaña su deterioro y se traspasa de organismo en organismo de la forma más simple de todas: permaneciendo vivo. Todo lo que se mueva y respire es posible que lo transmita.

La reacción ha variado a lo largo del mundo; mientras uno que otro se lo toma a la ligera; por otra parte, el miedo y la desazón ha permanecido en otros como respuesta al constante bombardeo de los medios previamente mencionados.

«Se suman cada vez más y más las personas infectadas; saqueos, incendios y escasez de productos no se dejan escuchar»— dicen los presentadores en la radio, televisión, prensa; añadiendo al final de todo comunicado un fragmento de audio del presidente invitando a los ciudadanos a no salir de sus casas bajo ningún motivo.

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