–  Adiós mamá, hasta mañana. Ten mucho cuidado ¿vale?

–  Tranquila, no te preocupes, si necesito algo te llamo. Anda, vete ya, no vayas a perder el autobús.

–  Dame otro beso. Mañana te traigo boniatos asados.

–  ¡Cómo me malcrías hija, con todo lo que tienes tú ya!

–  Es ley de vida mamá, tú me criaste y yo te cuido en lo que puedo. Ya tienes edad de dejarte cuidar.

–  Hale, vete ya que se te va a hacer muy tarde.

–  Adiós mamá.

–  Adiós hija.

–  ¿Dígame?

–  Soy Marga, mamá.

–  Hola Marga. ¿Qué pasa, no has ido a trabajar?

–  Tenía tos y un poco de fiebre y me han mandado a casa. Le he dicho a Juan que vaya a       verte, que no me quedo tranquila sin que te pongas el termómetro.

–  Pero Marga, ¿Por qué molestas a Juan? Si yo me apaño sola, ya lo sabes.

–  Porque también es tu hijo, mamá y no me perdonaría si te pasara algo por mi culpa.

–  No te preocupes, yo me encuentro bien. Seguro que has cogido un resfriado.

–  Bueno, Juan y yo hemos quedado así.

–  Ahora lo importante es que te pongas buena, Marga. Que te ayude Manuel y tú vete a la cama hija, que con la fiebre es donde mejor se está.

–  Sí mamá. Ten mucho cuidado.

–  Tranquila, estoy bien, de verdad.

–  Vale mamá, te quiero muchísimo.

–  Y yo hija, y yo. Mañana te llamo a ver si ya estás mejor.

–  ¿Qué me dices? ¡La señora Encarnacion y su hija!

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