Con un enemigo grande, que nos empuña su espada, nos grita improperios o nos apuñala por la espalda nos podemos poner en modo ataque y protección fácilmente pero que pasa con esos pequeños enemigos invisibles, que entran a nuestro cuerpo atacándonos desde dentro sin poder prever los alcances de su daño.

Esos pequeños enemigos en donde la fuerza y el coraje no funcionan, de los que nos cubrimos el rostro y nos lavamos las manos intentando desprendernos de algo que no sabemos si está o no, que si llegan a atacarnos a nosotros o a alguien que queremos nos es imposible calcular el tamaño de sus daños.

Esos pequeños enemigos que nos han confinado a nuestros hogares, reduciendo nuestras vidas a unos pocos metros cuadrados, el contacto a las pocas personas que viven en nuestro hogar o a través de pantallas.

Esos pequeños enemigos que si no atacan nuestro cuerpo, de forma indirecta han atacado nuestra vida, transformándola para siempre, preguntándonos si será posible volver a salir a respirar el aire sin miedo a ellos, si podremos retomar la vida que dejamos.

Los pequeños enemigos pueden destruirnos, eso es cierto, pero si no lo hacen, los enemigos visibles o invisibles, nos cambian para siempre, nos convierten en otra versión de nosotros mismos, queda de cada uno de nosotros elegir cuál será esa versión.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS