TAMBORES DE ESPERANZA

TAMBORES DE ESPERANZA

ABF

29/03/2020

Oigo a mis padres correr de un lado al otro. Encienden el televisor y se llevan las manos a la cabeza. Creo entonces que nada bueno esta pasando al otro lado de aquella pantalla.

El no escuchar la risa de los otros niños de la guardería, ni sentir el calor del sol en mi cara durante tanto tiempo, me lleva a pensar que lo que fuera que estuviera pasando, no estaba lejos.

Esa noche antes de dormirme siento como mi padre se acerca al cabecero de mi cuna “Esta noche tengo que marcharme al hospital y no sé cuándo podré volver, pero pase lo que pase saldremos adelante, te lo prometo cariño”.

Todo aquel mal rollo que se fue acumulando en mi pequeño cuerpecito desapareció, al notar el beso de mi padre antes de marcharse.

Noto salir de la cuna en volandas porque mi madre me acuna entre sus brazos y la oigo sollozar amargamente, mientras sus lágrimas caen sobre mi piel, como la lluvia que tanto necesitábamos ese mes “Vienen tiempos difíciles mi solete, pero cuando nos miras y sonríes de esa manera, se nos pasan a tu padre y a mí todos los males. Sobreviviremos todo el tiempo que se necesite, encerrados en casa. Estaremos bien, ya lo verás”.

Me agobio porque quiero decirle a mi madre cuanto la quiero, pero solo me salen balbuceos, espero que los entienda de alguna manera.

Quisiera tranquilizarla contándole todas las cosas que viví y sentí, cuando me tuvo en su vientre. Aquel maravilloso espacio acuoso que se hacía cada vez más reducido, era toda mi existencia. Confinado durante todo aquel tiempo, como si de una triple cuarentena se tratase. Sintiendo por todos los poros de mi delicada piel el amor y la felicidad de mis padres, cuando posaban sus manos sobre la barrera de piel que me separaba de la cruda realidad.

Lo que más la tranquilizó fue la llamada de mi padre diciéndole que el país, que su gente, que su solidaridad, su coraje y esperanza habían ganado la batalla al miedo.

¡No es momento de rendirnos! ¡Resistiremos y venceremos!

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