Ha pasado una hora desde que noto la respiración profunda del sueño. Me urge ir al baño, pero mis músculos están tan tensos que no sé si podré levantarme sin despertarle. He tardado varios minutos en poder hacerlo.

Mi reflejo en el espejo es casi una sombra grotesca de antaño. Demasiados moretones y cicatrices…

No puedo evitar que las lágrimas de impotencia broten a borbotones.

Tenía que ser ahora…justo ahora que tuve la valentía de pagar ese billete para irme lejos…

La cuarentena me obliga a estar encerrada con el monstruo.

Siento que estoy en medio de dos infiernos; el que afuera puede matarme y el que lo hace poco a poco aquí dentro.

Por eso estoy decidida. Le he cogido al malnacido su botella de whisky barato y su hojilla de afeitar.

Es reconfortante sentir el calor del agua en la bañera y el whisky hace que me sienta como en una nube.

Los ojos se me van nublando y ya he dejado de notar la sangre saliendo de mis muñecas.

No puedo evitar sonreír al saber que mi libertad está tan cerca.

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