– ¡Psh! Tom, despierta.

El chico abre los ojos. Mira extrañado a su compañero.

– ¿Qué pasa? ¿Qué hora es?

– Son las once, Tom.

– ¿Las once?

El chico se incorpora torpemente.

– Tengo que ir a trabajar. Llego tarde.

– Tom, Tom- le dice su compañero apoyando la mano en su hombro-. ¿Dónde vas? Estamos de cuarentena. El virus, ¿recuerdas?

El chico observa a su alrededor tratando de recordar. No consigue ubicarse. Mira a su compañero.

– Llevamos dos meses sin poder salir. Todo está cerrado. Tom, nadie está yendo a trabajar.

El chico traga con dificultad.

– No me encuentro bien. Puedes traerme un vaso de agua.

– Claro, Tom. Ahora mismo. No te muevas.

El chico se levanta mareado y anda hasta el ventanal. Corre las cortinas.

– Tom, ¿qué haces? Ven, túmbate.

– ¿Por qué están las persianas bajadas?

– Ya te lo he dicho: el virus. Debemos estar aislados.

– Pero…

El chico, guiado por su compañero, regresa a la cama y se tumba de nuevo.

– Mira, abre la boca. Esta pastilla hará que descanses.

El chico deja que su compañero le meta en la boca una cápsula verde y blanca. Se tumba y cierra los ojos.

***

– ¡Psh! Tom, despierta.

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