Desde mi ventana veo la mar, el sol empieza a caer tras el lejano horizonte, dejando tonos anaranjados con destellos dorados. A lo lejos el vuelo libre de gaviotas, sobre racimos de gotas. Me giro, suspiro, ante mí la cruda realidad. Sola entre estas cuatro paredes. El hastío me embarga, mientras el tiempo pasa y éste me rebasa. Alicaída y abatida, cavila reflexiva mi mente, ¿dónde hemos obrado mal?, tal vez es la Tierra que se rebela contra nosotros por haberla apuñalado, sus bosques talado y sus ríos contaminado. Tal vez es esa gente que mueve el mundo con sus hilos viles y despiadados. Ahora el resultado: todos aquí encerrados. Mientras, en libertad, el monstruo creado…

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