Al abrir los ojos, el sol se cuela dentro de ellos y hace que duela, mi cuerpo duele y se siente pesado, pero no escucho nada y eso llama mi atención, ni un solo auto, ni una sola ave, nada, no escucho nada.

Me levanto de aquella camilla fría, salgo a los largos pasillos de aquel tétrico hospital, no veo a nadie, mis pasos hacen eco. Reviso uno por uno los cuartos de hospital y no veo nada, encuentro una chaqueta y me la calzo, bajo al primer piso de aquel hospital y lo que veo me desconcierta totalmente. Hay autos chocados, vidrios rotos, una ciudad desolada, como si hubieran abandonando todo de pronto y sólo yo quedara en este solitario lugar.

Camino por una desolada calle y hay algo que llama mi atención, por doquiera que miro hay volantes y solo dicen una palabra : CUARENTENA.

Camino unas calles más abajo y en las paredes y edificios está escrito lo mismo. Esto me da miedo y comienza a ponerme nervioso, decido regresar al hospital y buscar algo de vestir y de comer.

Reviso en la zona de comida y solo veo latas de verdura y fruta enlatada, decido abrir una y comer.

Regreso a una de las camillas y me recuesto, trajo de pensar que es lo que me ha llevado al hospital, pero no recuerdo nada. Solo hay pequeños fragmentos, pero no me dicen nada.

Al caer la noche, rebusco entre objetos perdidos y me cambió, sacó unas mantas, cubro mi cuerpo, el hospital está a oscuras enciendo una fogata en una habitación y creo que eso a sido un error.

Escucho pasos en el hospital y gritos me hacen asomar la cabeza y lo que veo es horroroso.

Gente cubierta de sangre y con mirada violenta me miran con rabia y algo más, por inercia retrocedo y cierro la puerta de aquel diminuto cuarto, la gente se aglomera fuera de la puerta y la tiran, me hago un ovillo en la esquina y pregunto ¿porque? Pero ellos solo contestan : Bienvenido al fin del mundo

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