Lucía, había madrugado esa mañana de sábado. Enfundada en su colorido pijama, asomó su cuerpecito por la puerta de la cocina donde su madre preparaba un sabroso desayuno.
– Buenos días mami- saludó mientras le plantaba un sonoro beso en la mejilla y se hacía con un trozo de bizcocho.- ¡Qué rico huele!
Despreocupada preguntó:
– ¿Me llevaréis vosotros al partido?
– Luci, siento decirte que hoy no jugaréis. Han suspendido todos los campeonatos, igual que sucedió ayer con el colegio.
La pequeña detiene su desayuno y la mira decepcionada. Quiere saber quién es el culpable de fastidiarle todos sus planes, aunque intuitivamente ya baraja un claro candidato.
– ¿Es por culpa del virus malo del que todo el mundo habla?
Su madre, forzando una sonrisa le responde:
– Así es. Durante estos días transformaremos nuestra casa en nuestro castillo, al que debemos proteger con uñas y dientes y la mejor forma de hacerlo es quedarnos aquí dentro. No dejaremos entrar al enemigo. Pero no te preocupes porque no tendremos tiempo de aburrirnos. Cocinaremos, jugaremos, veremos pelis…
Lucía, comenzaba a entender la dimensión del problema, además de empezar a sufrir las consecuencias directas del mismo. Veía con estupor como peligraba su pequeño e inofensivo mundo.
Su madre leyó en su rostro esa preocupación y quiso aliviar su pena.
– Tranquila, el día que esto acabe organizaremos una gran fiesta con todos tus amigos.
“El día que esto acabe”. ¿Cuántas veces escucharía esta frase en los días sucesivos?, ¿miles, millones? Las respuestas eran de lo más variopintas e iban evolucionando según transcurrían los acontecimientos: ir a comer una buena paella, pasear junto al mar, abrazar a los míos…
Lucía, a su corta edad, tenía muy claro lo que haría el día que los permitieran salir. Exactamente lo mismo que venía haciendo hasta el momento. Cantaría, jugaría y amaría, disfrutaría de cada minuto como solo un niño sabe.Asomada a su pequeño balcón reflexionaba, dando rienda suelta a una filosofía infantil, única y poderosa.
– Creo que muchos mayores se habían olvidado de lo bonito que es vivir y este maldito virus ha venido a recordárselo.
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