—Rosendo, ¿Te acuerdas de esa peli donde un virus mata a los humanos y los monos se apoderan del mundo?

—El planeta de los simios.

—Esa. Los simios se volvían iteligententísimos y los humanos más estúpidos.

—Sí. ¿Y?

—Pues dicen que el Coronavirus solo ataca a las personas. Cada día se hace más grande y se esparce por el mundo.

—¡Ay Gertrudis!, estamos en cuarentena, y todos están tomando precauciones.

—¡Qué va! Esto se les salió de la manos. De nada sirve que algunos tomen precauciones si otros no lo hacen. No pueden estar encerraditos mucho tiempo. Y más esos pobres que no les dejaron nadita en el supermercado. Todos van a salir en algún momento y ahí estará el virus esperando detrás de la puerta. Si es que antes no se cuela por las ventanas.

—¿Por las ventanas? ¿No que es muy grande?

—¡Sí, burris! Pero los virus se convierten en miles de particulitas y así es como se esparcen.

—¡Qué miedo!, ¿qué será de nosotros?

—No seas miedosito, si todo sale como planeo, podemos ser los reyes del mundo.

—¿Qué tenemos que hacer?

—Esperar…


—Creo que ya es hora, todo está en silencio y no han venido a levantar a Miguel que ya está apestando… Tenía que asomar la cabezota, seguro una particulita lo alcanzó.

—Pero seguimos encerrados. No hay provisiones, ni Netflix.

—Rosendo, ¡alguien intenta abrir la puerta!

—¿Serán los simios?

—¡Entró!, ¡es un monstruo horrible!

—¡No!, ¡es solo un hombre sucio, y parece hambriento!

—¡Se acerca, Rosendo, se acerca!

—¿Qué le sucede, se está transmutando?

—No, ¡él de atrás es el Virus, lo venía siguiendo!

—¡El virus se lo comió de un bocado! ¡Crece…, ahora es más grande!

—¡Nos mira, viene hacia nosotros!

—¡No decías que…! ¡Nos liberó! Tenías razón.

—Las llaves, Rosendo. Liberemos a los demás y volemos de aquí.


—¡Qué grande es el mundo,  Rosendo!…

—Y solo para nosotros.

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