El pensamiento negativo, fatalista, incontrolable.

El que muchas veces, intempestivamente, te supone frente al especialista que dispara a quemarropa que tenés cáncer, o una afección cardíaca severa, o alguna enfermedad degenerativa, progresiva y terminal.

El que otras tantas te pone en un avión en el momento en que la forzadamente tranquila voz del comandante anuncia que están a punto de estrellarse.

El que, con una frecuencia escalofriante, hace explotar un calefón, o provocar un cortocircuito que incendia la casa, o conmover la tierra bajo tus pies y desplomar todos los edificios existentes.

El que te sumerge y te ahoga en el mar, o te pone frente a la pistola de un sanguinario asaltante, o en medio de una guerra o, simplemente, a dos metros de un camión que se quedó sin frenos.

El pensamiento negativo, fatalista, incontrolable, intempestivo, escalofriantemente frecuente, que te despierta sobresaltado, o interrumpe un momento gratificante para trocarlo en sensación de extraño malestar.

Ese, ese es el que te convence, cada vez que se suscita, de que no sos nada, de que tu voluntad no tiene ninguna fuerza, ningún valor, que tu vida estuvo, está y estará siempre a riesgo de lo imprevisto, pendiente de un hilo, y que nada podés hacer para controlarlo o impedirlo.

El estremecimiento que sacude tu cuerpo y te atormenta.

Se inestabilizan tus sentimientos, tus emociones.

Te invade un estado de inquietud inmanejable e intransferible.

Una angustia que, aunque aparece y desaparece como una ráfaga, queda siempre en estanbái, al acecho, esperando el momento propicio para atacar nuevamente.

Pero.

Pero, como lleva tanto tiempo contigo y está integrado a tu metabolismo, al igual que la acidez que te provoca el jugo de naranja, tu existencia continúa su devenir como si nada, sin alterarse, impidiendo que le provoque cambios de rumbo.

Generalmente, dormís bien, desayunás, con o sin jugo de naranja, vas a tu trabajo, salís a pasear, comés pizza.

Mirás televisión. Buscás esas películas que más te gustan.

Aquellas que vos llamás de destrucción masiva, de encierro, de pestes universales que acaban con la humanidad.

De ficción.

De pura y absoluta ficción!

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