Llegado el momento en que termina
la necesidad de dejar huella,
la necesidad de seducir,
la ilusión de gustar o agradar,
llegado el momento de la calma,
de la compasión sin conclusión,
de la pragmática resolución,
de mirar para ver lo que existe
y dejar de escudriñar buscando
algo más interesante que el
paisaje que parece vacío,
lleno de todo lo que existe,
llegado su momento, al fin,
para sencillamente escuchar
atentamente el canto de los pájaros
y esperar tranquilamente que amanezca.
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