La esperanza se cierne y vela enjaulada. Desprende su suerte albriciando con dioses cuyos silencios abrigan.

Vago recuerdo de mi asiento ahora en mi aposento , el primero de la mañana en Valdecarros, de ese Metro que bien pago y mejor me lleva a ganarme el sustento.

Ahora, un metro me sorprende en la distancia de mis seres queridos. Un metro de vida apacigua los gritos del miedo, del susto y la ignorancia por similitud infinita.

En un Metro apestado de esperanza, hemos viajado hacinados con la ignorancia de habernos mantenido sanos, porque vivos, ya estábamos.

Ojo al metro, que la vida más allá de las estrellas nos espera.

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