BATIDA POR EL VIENTO

BATIDA POR EL VIENTO

Raquel Villanueva

13/10/2018

Ahí fuera, como casi siempre, sopla el viento. Desde mi ventana veo cómo zarandea los árboles haciéndoles bailar en un compás indefinido, atrás y adelante, hacia los lados, caótico y cambiante, como yo mismo.

Es ya de lo poco que me queda por ver. El mundo exterior se ha contraído hasta quedar reducido a los efectos meteorológicos, a la mera naturaleza, el resto son fantasmas, sombras que en su día poblaron las casas de desoladas paredes de piedra, que transitaron por las calles, mudas desde hace ya tanto tiempo. A veces, creo escuchar sus voces en el viento, pero es un mero eco fantasma del perdido ayer, subterfugios donde se cobija mi mente para no sentirme tan solo, para no saberme abandonado.

Cuando salgo ahí fuera y contemplo estos campos, antaño plenos de trigo, de centeno, de doradas mazorcas de millo, siento que mi vida se ha transformado al igual que ellos, vida yerma discurriendo a su lado, al lado de campos yermos de olvido. Quisiera no tener la memoria afectiva del pasado, desprenderme de imágenes como quien se desnuda la ropa, poder habitar el presente sin tener el recuerdo de las pretéritas sensaciones, pero morar en el olvido no es posible, bien lo sabía el poeta. Así que levanto mi vista de estas tierras y miro las montañas que las rodean, las montañas que me cobijan. Sé que si corriera hacia allí, si escalara sus colosales pendientes, tras ellas hallaría el mar y las voces y los cuerpos de los fantasmas se harían audibles, palpables y volverían a ser reales y yo con ellos. Pero… ¿quién soy yo, quién es este hombre habitante último de la tierra del viento?

Me abrazo a mí mismo detrás de esta ventana, soy real, soy cierto, sigo teniendo cuerpo y pensamientos. No quiero ver ese mar del que tanto hablaban todos los que se fueron, ¿yo también seré un fantasma para ellos, seré recuerdo en sus memorias? Quiero seguir siendo aquí, habitando aquí, recordando aquí, en este aquí donde ya sólo estoy yo, sólo recuerdo yo, sólo soy yo. Un yo forzado a la soledad, un yo que contempló partidas y que soñó con regresos, pero que hoy, ahora, ya ni con eso sueña. Un yo que terminará siendo tierra batida por el viento.

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