Era algo muy real. No era una ilusión. Se pegaba en los pies de los peatones, y cuando eso se pega los acompaña por mucho tiempo, acaso para siempre.

Pero todo esto era muy confuso, quería forzar mi atención en un tema para adornar éste escrito pero mi mirada se deslizaba por los calzados que enfundaban los pies de los peatones. Me preguntaba de manera incansable y tenaz ¿Por qué eligen esos y no otros? ¿Cuándo los eligen? ¿Qué tiempo le dedican a esos calzados? Y se me antojó que les sobraba el tiempo.

Puedes pedirme cualquier cosa que quieras, excepto tiempo -dijo una vez Napoleón. El tema del tiempo ya me estaba atacando de nuevo. Sin desatender la pesadilla de los calzados fuí al celular y corroboré que, según la etimología, el término proviene del latín tempus e indica el momento, el instante.

¿Recién ahora descubren que tengo buen cuerpo? -dijo sin sorpresa en algún anhelado momento Amalita Fortabat. Qué hicieron en el medio, me pregunté, ¿comprar calzados?

Mis pensamientos se aturdieron ahora con la concepción del término tiempo, esa que enredó sus raíces en la prístina Grecia del siglo VIII antes de Cristo y que penetró la Teogonía de Hesíodo, allí el tiempo era concebido como Aión; eternidad. Y desde un panorama mitológico se relacionó con el dios Cronos, aquel otro que en su eternidad divina liquidó a su padre asumiendo su lugar y, no contento con eso, luego se comió a sus hijos con el fin de mantenerse en el poder. Para siempre.

Tener poder es una sensación muy agradable, a mí me encanta el poder -dijo, otra vez Amalita.

Mi cabeza se regodeaba en un perfil metalizado de la puerta del 610 de la 5ta. Avenida. Tiffany & Co. y mis pensamientos eran serpientes que enroscadas bailaban marcando el piso de mis sensaciones dejándolo sucio, opaco, como el irremediable fantasma de la playa al final de una temporada estival.

Malgasté el tiempo. Ahora el tiempo me malgasta a mí. -pensé recordando a William Shakespeare que con su obra desafió el desgastante y fatídico paso del tiempo. Y ya todo me olía a Poe que, en su noche plutónica y con su sorna plutónica, amenazó con definir en pocas palabras el término arte como la reproducción de lo que los sentidos perciben en la naturaleza a través del velo del alma. Y asumí que por la caprichosa acción del tiempo el alma se dió el gusto de atormentar a los sentidos y a la naturaleza, creando tal barullo que desconectó para siempre en mí a un cameltoe o a un paquete de sus significados más primigenios.

Una vez pegado y arraigado en los surcos de la suela de los calzados de los peatones, un chiclet permanece cómodo durante mucho tiempo. -Concluí acabado ya.

 

Video y relato de Alejandro Zucco

Música de Patrick de Arteaga

«I miss you»

patrickdearteaga.com

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS