De los sentidos, los androides y la belleza en el caos

De los sentidos, los androides y la belleza en el caos

Mikemeh

04/05/2022

Plácido, me encuentro recostado sobre mi cama, en mi habitación, sin quehaceres ni tareas, solo un momento para mí, un momento para poder dejar las enormes cargas que mi conciencia diariamente disfruta colocar sobre mis hombros. ¿Qué tarea tienes pendiente? ¿Qué no vas a ir a la escuela? ¿Qué no iras al trabajo, a ayudar a tu papá?

Me inquieta e incomoda con sus constantes interrogantes, fastidiosas pero perforantes, tan agudas como una aguja que entra y sale de mi cabeza, tocando todos mis nervios y dejándolos sensibles al más ligero rose de la ansiedad. ¿Cómo puedo vencer a un enemigo interno tan formidable, si este me ha puesto sobre mis rodillas en numerosas ocasiones?

La respuesta es tanto sencilla como decepcionante: No se puede, uno no vence su angustia. Más bien, uno aprende a controlarla, a canalizarla, a desviarla. Reside en cada quién la voluntad y el método de expulsión de este malestar. Mi ritual consiste en escuchar música, acostado, boca arriba o de lado, como me plazca en el momento, con o sin audífonos. Es mi espacio de reflexión y yo decido en él, tengo control en él.

Me conecto con mi cuerpo, materializo mis sentidos, los personifico, y los dejo interactuar entre ellos, como personas hablando en un café. Mi oído es el más hablador de los cinco, siempre lo sabe todo y siempre habla muy fuerte, como si cantase, para que todos lo puedan escuchar. Mi vista siempre secunda lo que mi oído dice, dando ejemplos según el cómo ve las cosas y explicándoselas a mi gusto, mi olfato y mi tacto, que no pueden hacer más que saborear, oler y sentir todo lo que oigo y veo.

Una vez mis sentidos se reúnen en mi mente, un lindo y económico café, rústico y anticuado, el tacto saca una moneda de su pantalón, se levanta de su lugar y reproduce la canción que desea oír en la rocola.

La canción elegida es Paranoid Android, de Radiohead. Mi oído comienza a sentir el ritmo de la canción, y acompaña la melodía con un suave movimiento de torso, cintura y cuello.

En cuanto entra la voz, mi oído le dice a mi vista lo que oía, y que se los proyectara a sus amigos. Mi vista abre grandes los ojos, dirigidos a la pared, donde podía visualizarse lo que mi oído le dictaba.

Los primeros versos de la canción parecen salidos de mis propios deseos, buscando un poco de silencio y descanso del mundo real, para sumergirme en mis más osadas y fabricadas fantasías, para recibir el mensaje sacro que todos recibimos por medio de nuestros sentidos. Esa es la más pura forma de entendimiento y conexión con otros, y nosotros mismos.

I may be paranoid, but not an android —repite mi oído, como una voz escondida en la grabación, como si hablase desde una jaula a la distancia, repitiéndose a sí mismo estas palabras, intentando no olvidar que debe salir ahí.

Así me siento yo a veces. Encerrado. Como si derivado de la constante inquietud generada por los problemas de la vida, las personas nos encerráramos en cápsulas metálicas, antropomórficas, prohibiéndonos salir, convirtiéndolos en androides, obedientes y platinados.

Deben hacerlo, porque de no ser androides se vuelven paranoicos, locos y reflexivos, que ven el mundo de manera distante, son improductivos y pierden el tiempo divagando en su mente.

De hecho, no hay mucha diferencia entre los androides y los paranoicos, excepto que los paranoicos no se aprisionan en sus cápsulas, sino que se dan la libertad de respirar fuera de ellas de vez en cuando.

De pronto, mi vista comienza a toser, reflejando imágenes de un mundo donde reina el caos y riffs de guitarra alocados, tan repleta de agresividad, tan frenética, que mi tacto siente escalofríos, a mi olfato le da un ligero hormigueo en la punta de su nariz y mi gusto saborea el metálico sabor de las cuerdas de la guitarra.

Le pasan un vaso con agua a mi vista, y una vez recuperada la compostura, reproduce un paisaje maravilloso, con nubes rosadas, soplos de primavera y brisas de verano, del cual mi olfato y gusto se deleitan al asociarlo con el aroma de las flores y el sabor de la fruta de temporada. Mi tacto se siente elevado, como si lo acariciasen en el rostro y torso un par de suaves y piadosas manos.

Cada sílaba es una delicia para mi oído, que replica en voz de un coro de ángeles para placer de sus amigos. Mi tacto está extasiado: siente como la lluvia cae sobre él, gotas que caen desde grandes alturas, desde el cielo, como muestra de que Dios realmente ama a sus hijos. Por su parte, mi gusto y olfato se ven atraídos por el sabor del agua, fresca y sutil, y el olor de la tierra al llover, a hierba y vida.

Entonces, mi vista se vuelve a atragantar, mostrando las imágenes que mi oído grita: androides saliendo de sus cápsulas platinadas, solos de guitarra descarriados y la bendición de Dios. Todas mezcladas en una caótica y alocada serie de imágenes.

Mi oído solo caya. La canción terminó súbitamente. Será mejor espabilar. Me debo apurar con mi tarea. De vuelta a la cápsula.

Bibliografía

Paranoid Android · Radiohead
Álbum OK Computer
℗ 1997 XL Recordings Ltd
Released on: 1997-05-28

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