Hasta en los más cutres pasajes puede aparecer la luz. Hasta el más oscuro personaje puede estar lleno de bondad. Dos verdades como puños.

Enfrente del edificio donde habito, cruzando una amplia avenida llena de peligroso trafico, se encuentra un feo complejo residencial formado por varias torres de mediano tamaño debajo de las cuales se extiende un laberinto de pasadizos oscuros y tristes, donde sin embargo han proliferado pequeños negocios que perviven gracias a la buena voluntad de los vecinos.

Un único bar, el «Asturiano» más conocido por «Casa Maruquita», nombre de una encantadora jorobada, nuera del propietario, que durante años fue el alma del establecimiento, ocupa uno de esos locales. Es un bareto igual de cutre que los comercios vecinos cuyo dueño, dando muestras de ingenio y buen hacer, abrió una ventana al pasillo y colocó en el tres frías mesas de aluminio que hacen la función de terraza.

Está peculiar distribución ha hecho que se produzcan dos circunstancias curiosas, la primera molesta y sin embargo tolerada, la estrechez del pasillo, hace que cuatro parroquianos obstruyan el paso, obligando a un movimiento de vaivén cada vez que alguien intenta pasar; la segunda es la división de los clientes entre internos y externos, definidas por el gusto de cada uno, que allí no se obliga a nadie, pero a la que en general se permanece fiel.

Los internos juegan al dómino, la zanga, leen el periódico con dedicación pasando la página después de mojarse con saliva el índice o ven el sempiterno partido de futbol. Los de afuera, por lo general acompañados de sus perros, prefieren gastar bromas y aguantan el biruje del invierno con estoicismo y ron.

Uno de esos parroquianos externos es Berto «El Negro» segurita de profesión, bebedor por vocación, separado por maldición, ya sin perro por óbito y recién abuelo con orgullo. Sí, su apodo es merecido, negro de raza blanca, altura mas bien poca pero la suficiente para superarme, cabeza y cuerpo de luchador, barriga de maestro cervecero, ojos saltones y enrojecidos; si te lo encuentras a oscuras te asustas seguro, tal vez por eso trabaja en turno nocturno.

Cuando después de bajar las escaleras enfilas el pasadizo y avanzas hacia «Casa Maruquita», dejando a la izquierda un 24 horas de bolsillo y cosa sorprendente, la consulta de un médico, al primero que sueles encontrarte es a nuestro amigo Berto, que fija en ti sus ojos enrojecidos llenos de cariño mientras extiende la mano para saludarte. Más cariño a más alcohol. Trasiega Whisky, cerveza o ron, no es cuestión de hacer ascos a nada, el vino tiende a ser malo, mientras Berto pasa de la frase concreta al farfullo ininteligible y exaltación de la amistad.

La conversación se inicia siempre con educadas preguntas sobre la familia, haciendo especial hincapié en mi suegro. hombre querido por todos y prosigue por derroteros imprevistos, trabajo, deportes, nietos o recuerdos del barrio de nuestra niñez, él como recadero de un colmado y yo como niño pijo, pero las calles y la gente eran las mismas para ambos.

Mientras dialogo con nuestro hombre llega el más matado de los asiduos, largo como un silbido y flaco de miseria, simpatico de voz y mal encarado. Durante el día se mueve en otro barrio y la sensación general es que allí busca el condumio trapicheando con lo que sea y por la noche viene a echar su partida de dómino sabiendo que aquí, aunque sea un bar de mala muerte las condiciones son distintas. Pero matado es. A tope. Y enemigo natural de Berto que lo tiene catalogado, con ojo profesional, de camello manifiesto. Es curioso ver juntos a dos enemigos, que se soportan con educación sin darse la espalda, porque son la viva imagen de Don Quijote y Sancho sin sus monturas.

Al poco aparece por el extremo opuesto del pasillo otro de los clientes habituales, Joaquin el Guardia Civil retirado, cuyos andares sosegados y mirada autoritaria hace que se le tenga respeto, aunque se le pierde un poco por su exquisita educación y por estar siempre acompañado de un Scotch Terrier con cintita roja en la cabeza que le queda monísima. Al amigo lleva muy mal que le gasten bromas con ese tema y nadie osa hacerlo.

Pasar por allí a eso de las 8 de la noche, cuando los parroquianos externos han ido llegando y amarrando sus perros se van a pedir una copa y darle a la cháchara, tiene su punto sobre todo para las personas a quienes los canes acojonan y estos no se cortan un pelo a la hora de ladrar. Una de esas personas es Eva, oscuro objeto de deseo del hijo del dueño, que hace las veces de camarero y que al pasar por allí de forma inconsciente todos la valoran, en Berto predomina el aspecto sexual, no puede evitarlo, las tatuadas le ponen haciéndole olvidar su formación de seguritas, al contrario que Joaquín que de inmediato la cataloga como una adicta a la hierba y posible delincuente, alguien que de no estar jubilado no perdería de vista y el matado, al que todo el mundo conocía por Charles (pronunciado Chaals) de forma curiosa hizo una valoración parecida a la de Joaquín viéndola como una posible cliente y sopesando la posibilidad de engancharla. Ninguno fue capaz de ver en ese momento el drama que en breve acompañaría a la chiquilla.

El pasillo donde se ubica «Casa Maruquita» es el centro de un microcosmos, donde cohabitan además del 24 horas y el médico ya nombrado, una peluquería, un centro al parecer legal, de venta de marihuana del que Eva era cliente habitual, una academia de yoga, una mercería y un pequeño supermercado Spar sobre los que crecen cuatro bloques de edificios. Aquí como en todos lados conviven la alegría y la tristeza de una modesta clase medía, la pobreza está representada por la rumana que pide en la puerta del supermercado y la riqueza no está ni se le espera.

Eva vive junto a sus padres y hermanos menores y la pinta de chica alegre, bromista y decidida que muestra al exterior se derrumba en cuanto pasa el umbral y entra en el domicilio. Allá caen sobre sus jóvenes hombros la responsabilidad de llevar una casa abandonada por una madre, sumida en una profunda depresión que no le permite salir de la cama, un padre que con su modesto pluriempleo sale de madrugada y vuelve agotado al anochecer, con el único afán de de huir a «Casa Maruquita» y sentarse en la esquina de la barra donde se toma dos chupitos de whisky con cerveza, nunca más, y vuelve a casa a dormir la mona y los dos enanos con los que lucha a brazo partido para que estudien y no se unan a la pandilla de drogatas que tiene su punto de reunión enfrente del 24 horas, aquí su afición al porro la deja muchas veces sin argumentos. La casa se mantiene con lo que aporta el padre, la ayuda por incapacidad de la madre y su sueldo de cajera de Mercadona.

Ese día no tenía porque ser distintos de los otros, mientras camina hacia el portal tras su porro diario, en eso se parecía al viejo, sortea los malditos perros, piensa en el chico del bar que se asoma cada día verla pasar, siente que un puño le aprieta el estomago co fuerza a medida que se aproxima a Casa. Huir, sabe que esa es la solución, pero nunca se decide, el amor a los viejos, a sus hermanos, es una trampa mortal, un cepo del que no puede escapar.

Según abrió la puerta notó que algo pasaba. No se oía la radio de su madre, ni la tele del salón, un extraño silencio invadía la casa y el gato que nunca se acercaba, sensible al odio que le tenía, vino ronroneando a su encuentro. Las luces apagadas, solo existía la luminosidad que entraba por las ventanas, ni una voz, ni los ronquidos paternos, ni las discusiones de los hermanos. Dudó si entrar o cerrar la puerta y buscar ayuda. Al final el instinto de supervivencia pudo más y bajó acercándose al único lugar donde sabia que había gente con seguridad, «Casa Maruquita».

Cuando el equipo externo la vieron acercarse de inmediato intuyeron que algo ocurría, Eva parecía preocupada, seria. Y tuvieron la absoluta certeza cunado entró en el bar; un suceso tan extraordinario había sucedido una vez, asociado a la caída materna de la cama. Las partidas de dómino se interrumpieron y hasta el ruido de la tele retransmitiendo el partido desapareció. Todas las miradas convergieron en ella. Indiferente a esto sus ojos se dirigieron al lugar que solía ocupar su padre y sólo entonces el chico cayó que ese día no había venido, otro suceso extraordinario. ¿Qué pasaba?

Eva despreciaba el bar y al pasar su postura y ademanes dejaban bien claro lo que pensaba de la fauna que allí se reunía, padre incluido, pero eso no significaba que no estuviera informada de quien era quien y después de que el camarero le asegurara que papá no había aparecido por allí por instinto decidió dirigirse a la autoridad, en este caso Joaquín que tras escuchar lo que ocurría tardó muy poco en organizar un equipo explorador formado por él, Berto y dos habituales que escogió por conocer su carácter decidido. Eso sí, cortó de raíz la intención de acompañarles de Charles, no era cuestión de meter a un chorizo en casa ajena, también obligo a devolver un cuchillo gigantesco con el que se había armado un de los elegidos y dejó a Eva al cuidado del camarero y al calor de la parroquia, no sin antes pedirle que le informara de la distribución de la casa, posición de los interruptores de luz, existencia de armas o cualquier otra cosa que debiera saber.

Indicando a su equipo de apoyo que no tocaran nada el antiguo Guardia Civil abrió la puerta con las llaves de la chavala y tras asegurarse que no había nadie encendió la luz del salón al que se accedía tras atravesar un minúsculo recibidor. El orden era perfecto, la niña se lo curraba pensaron, y no existían indicios de que se hubiera producido un robo, lo mismo ocurrió al visitar las habitaciones, las camas hechas, cada cosa en su lugar, sin señales de lucha e incluso la cocina presentaba una limpieza inmaculada .Estaba todo tan impoluto que no había ni gente, la madre, el padre, los hermanos se encontraban ausentes. Por supuesto aquello era preocupante, los niños podrían estar haciendo el golfo por el barrio, el padre por lo que fuera había cambiado su rutina ese día pero la ausencia de la madre, una señora que llevaba años encamada era inexplicable y la propia limpieza creaba una extraña atmosfera. Al fin, acabaron todos reunidos en silencio en el salón mientras Joaquín reflexionaba.

Fue en ese lapsus de tiempo cuando el que quería venir armado con un cuchillo se fijó en un vulgar sobre marrón colocado al lado del teléfono que, eso era evidente, no estaba allí por casualidad. Ese podía ser su minuto de gloría, así que caminando en modo estoy pero no, se acercó. cogió el sobre que tenia escrito solo «Eva» y a partir de ahi se acabó el minuto y su mente quedó en blanco mientras la misiva permanecía en su mano. No sé gran cosa de esté hombre, Fernando, es amable, le gustan las manualidades, cuida de un nieto por obligación y por lo que le he oído comentar tiene un huerto con arboles frutales en alguna parte; su azoramiento no escapó al perspicaz ojo rojo de Berto que de forma inmediata captó la presencia del sobre y se lo hizo saber al Guardia Civil.

Esté, con profesionalidad dejó caer una mirada condescendiente sobre el hombre y le preguntó que parte de no tocar las cosas había entendido al tiempo que con un gesto reclamó el sobre. Una vez en sus manos surgió en él una duda moral, no le parecía correcto abrir una carta dirigida a otra persona, incluso sabía que era ilegal, por otro lado se imaginó diciéndole a sus antiguos camaradas del Cuerpo los remilgos que estaba teniendo y el ataque de risa que esto les produciría. Decidido al fin, rasgó con cuidado el sobre y justo cuando estaba a punto de sacar su contenido entró en acción el único de los presentes del que no hemos hablado nada, Matias y lo hizo con una pregunta cabrona – ¿oye Joaquín esto que estamos haciendo es legal, no deberíamos llamar a la policía?

Todos lo conocían. Sabían que esa pregunta justo en ese momento era propia de él. Un zorrocloco que pasaba la mayor parte del tiempo callado pero que cuando actuaba o decía algo daba en la diana. El dueño del «Maruquita» decía de él «esté no da puntada sin hilo» y aquí con la pregunta atinó de pleno y dejo al personal con el culo al aire. En realidad, elegirlo para formar parte de la partida, de forma consciente o no, había sido un acierto, vamos a llamarle el reflexivo, el que obliga a poner los pies en la tierra.

Joaquín sintió que volvían a surgir las dudas, pero su prurito policial, la curiosidad tiraban de él y dejar ahora de leer aquella hoja era como si le quitaran el caramelo de la boca así que respondió – ya lo arreglaremos mas tarde, pero tal vez ahora que sabemos que no hay peligro, al menos inminente, Eva debería estar aquí y ser ella la que extraiga el contenido y lea lo que pone.

Dicho y hecho. Berto partió en busca de Eva y volvió con ella sobre la marcha para disgusto del chaval que pasó de protector a camarero en un segundo.

La escena no dejaba de tener su toque cómico, cuatro hombres hechos y derechos permanecían en pie, mientras una chica con pelos rastafari y tatuada en brazos y nuca, sentada en medio procedía a leer una simple hoja de papel. En la mente de todos ellos estaba la petición de un rescate o alguna maldad similar pero solo apareció una breve y concisa línea.

«Querida niña, espero que a partir de ahora tu visa sea más placentera»

Desconcierto generalizado. El papel, hizo el recorrido completo, de mano en mano y no cabía duda de lo escrito. Frase presente. familia ausente. Un lio que de inmediato provocó una serie de reacciones por otro lado lógicas. Eva superada por la situación, lo que era de esperar dada su juventud, pareció hundirse entre los cojines del sofa como si quisiera desaparecer al tiempo que sus ojos enviaban una muda petición de ayuda a los presentes. Fernando y Matias no estaban muy lejos de la posición de Eva, con ironía se podría decir que tomaron una actitud empática, Joaquín comprendió de inmediato que tenía un caso por resolver y no iba a dejar que nadie se lo pisara, Berto se sentó al lado de la chica haciendo sufrir al sofa y pasando su brazo sobre los hombros le dijo – tranquila, esto lo vamos a solucionar.

SINOPSIS

Soy un recién llegado, un advenedizo en ese ambiente y con seguridad se me ve como un extraño al que no le interesa el futbol, saluda, habla poco y se dedica a leer los suplementos de economía del País o periódicos alternativos como La Marea. Llegué allí por casualidad y después de ver el ambiente decidí que sólo describiendo lo que se cocía y sus personajes había material para una novela. Por eso me dediqué a acudir una o dos veces por semana y con discreción y buen oído ir enterándome de la vida y obra de cada uno.Encontrar a Berto, como ya dije antiguos vecinos de barrio en la niñez fue una suerte porque permitió introducirme un poco más en la dinámica, suerte que se vio incrementada al ser, Joaquín el Guardia Civil oriundo de Valladolid de donde procede también mi mujer y que pasó a llamarme paisano sobre la marcha. Así con esos dos padrinos y algún que otro intercambio de invitaciones a Whisky con esté o aquel me integré en el medio. Y precisamente por estar integrado me vi metido en está historia, anodina de barrio anodino que no dejara de tener su belleza épica. Convertir la banalidad en un misterio era un reto.

Ahora nos encontramos ante un enigma que de forma inmediata nos lleva a dos preguntas ¿Quién era el autos de está línea y qu´ñe relación tenía con Eva? ¿Dónde han ido a parar los familiares ausentes?. Dos cuestiones que nos conducen a una acción: búsqueda.

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