Era una viernes más en la capital y Sebastián, “Sebas” para los colegas, se preparaba la cena (una pizza descongelada en el microondas) al mismo tiempo que se afeitaba frente al espejo de un baño destartalado. El chico compartía apartamento con una pareja de treintaañeros con los que mantenía una relación cordial.

-Ésta noche vendré con mi novia, si no os importa. Intentaremos no hacer ruido.

-No te preocupes Sebas, sabes que esta es tu casa.

El joven contestó con un simpático guiño, cogió las llaves y salió por la puerta. Aquella noche prometía, iban a pillar un gramo de M y luego irían a la sala Roux, donde le esperaba una buena sesión de electrónica. Allí estaría Jimena, su novieta, o su amiga de aquella semana, total para el caso era lo mismo. Jimena tampoco le apasionaba, pero con ella todo iba rodado, no tenía ni que ocuparse de gustarle, simplemente fluían las cosas. En cuanto al sexo, aún no lo sabía, pero era de las cosas más irrelevantes para Sebas. Ella sí que había intentado noches anteriores meterle mano, pero con escasos resultados. Sebas no tenía aún confianza con ella, ni siquiera ganas. En realidad pocas veces tenía ganas de sexo. Si podía evitarlo, mejor, prefería ver una película y `tostarse´ la cara hasta altas horas de la madrugada. Reflexionar sí.Acto mecánico No.

Nueve Minutos para el metro. Qué hartura. Ni siquiera eran las 12 de la madrugada y nueve minutazos. Sebas había quedado con sus amigos y Jimena en metro tribunal. Unas birras primero y luego para allá. Quizás cayeran unos yayos. Algún que otro porro. El caso era entrar en la sala lo más colocao posible.

-Hola Jimena ¿qué tal?-saludó Sebas, al mismo tiempo que le daba un frío pico en los labios.

-Estupendamente, aquí tengo lo que querías.

La joven extrajo una minúsculo trozo de bolsa cerrada con un alambrito.

-Me ha costado 40 el gramo, se ha portado mi contacto.

Sebas le sonrió y la cogió de la mano. Cuando se agregó el resto de amigos, se metieron en el primer cutre-bar que vieron. Unas cervecitas acompañadas de patatas con chorizo grasiento. Aceitunas también. Empezaron charlando de lo típico, que si los candidatos a las nacionales eran una mierda. Que si estaban hasta los cojones de todo. Después con 3 o 4 cervezas encima, la conversación se tornó difusa. Y ya cuando fumaron, Sebas iba del todo desenfocado.

Lo siguiente que recordaba es estar en la sala Roux, bailando en sincronía con cada partícula del lugar. Sus amigos iban igual de bien, cada loco con su tema. De tanto en tanto salían a fumar, charlaban con gente random, y le daban una chupadita al M, siempre a espaldas del portero, claro.

Cuando consultó el reloj por primera vez, Sebas comprobó que ya eran las 4.30. Mierda, sólo quedaba una hora para que cerrasen el garito. Que terminase la fiesta no le preocupaba, lo que en realidad temía era vérselas con Jimena a la salida. Sabía perfectamente que ocurriría: ella le insistiría en acompañarle a casa. Luego le metería mano y él tendría que inventar otra excusa inverosímil. Si ocurría otra vez se correría la voz, y Sebas no tenía ninguna voluntad de que ocurriese.

4.45. Tres cuartos de hora para escaquearse. Le dio una última chupada al plástico y comenzó a moverse por todo el local. Bajó al piso de abajo en cuanto Jimena, que le observaba con ojo avizor, giró la cabeza. En el sótano se infiltró entre la masa de gentío. Sebas comenzó a saltar, como celebrando su escurridizo escape. Una mano le tendió una cerveza y se la llevó a los morros. Mientras, parte del líquido le caía por las comisuras de los labios. Una vez terminada la birra, se encontró con unos ojos grises. Unos ojos que le inmovilizaron por completo.

La chica que le estaba mirando era espectacular.Mirada gris penetrante, un corte de pelo asimétrico, negro-azulado, y un sensual vestido verde terciopelo.

La chica se aproximó a Sebas. Y le saludó susurrándole al oído.

-Me llamo Sofía. Encantada.

-Hola, yo soy Sebas.

Intercambiaron una sonrisa.Y empezaron a bailar. Tremendo feeling mami. En cinco minutos, el joven no tenía ojos para otra cosa que para esa mujer. Ni Jimena, ni colegas, ni M estaban en su lista de prioridades. Ni siquiera existía una lista.

Bailaron durante minutos, quizás horas. El cronómetro se detuvo, vamos que el espacio-temporal se podía ir al carajo.

De repente, una mano le despertó de su ensimismamiento. Se giró y encontró la cara poco amigable de Jimena. La chica le insistió dos o tres veces con que se iba. Pero Sebas no atendió ni una de las tres. Jimena le lanzó un agresivo corte de manga y desapareció del local. Pero en aquel momento al chaval Jimena le parecía un ser insignificante.

Encendieron las luces. Quitaron la música. Era hora de largarse. En efecto, ya eran las 5.40 PM.

Sebas estiró los brazos mientras sonreía a su nuevo descubrimiento.

-Vaya, sí que ha volado el tiempo ¿no?

– Jajaj, ya ves,no quiero irme a Casa. ¿Qué quieres hacer?

Aquella frase inició un mañaneo histórico. Comenzaron por unas cuantas cañas (muy difusas) en el Museo del Jamón, que abría a las seis. Allí entre tirada y tirada, contaron las penas y glorias de su vida. Al menos un resumen.

Sebas no recordaba cómo acabó la noche. Al despertar, a eso de las cinco de la tarde, lo único que sentía era una sensación de calor por todo el cuerpo: Felicidad. Feromonas.

En cuanto salió de su ensimismamiento, se preguntó qué cojones había pasado con la tia esa. Joder que tía.

Cogió su maravilloso smartphone y comenzó a buscar indicios y señales de aquella muchacha. Bien, la tenía en el Wasap. Último mensaje a las 10.15.

“Encantada de conocerte, Sebas”

Al leer el mensaje, recordó que la chica se había ido alegando que tenía una comida familiar por la tarde.

Seguro que es mentira, pero no se ha venido a casa menos mal. No es una GUARRA.

Durante todo el día, a Sebas le invadió esa sensación tan placentera pero a la vez peliaguda de tener a alguien grabado a fuego en la cabeza. Decidió no escribirle mucho más. Le contestó al mensaje con un emoji de estos ruborizados, y siguió su día sin hacer nada más. Bueno, se miró uno de esas pelis de Western que tanto le gustaban mientras se “tostaba” la cara por enésima vez aquel fin de semana.

Pasó el día fugaz, feliz. Para rematar la noche del domingo, se metió entre pecho y espalda una hamburguesa del The Nice Burguer, mientras conversaba con un colega, que era bastante recurrente cuando no tenias nada que hacer.

Lunes, oh que horror. Bueno no para Sebas ya que nunca madrugaba. solamente tenía clases por las tardes, de dirección de cine. Y eso que iba de milagro, porque PASABAN LISTA. Y de esto dependía mucho la nota. Pero este lunes ni siquiera se atrevía a ir, vería a Jimena. Sí, seguía existiendo a pesar de no formar parte de la memoria del chaval. Además, tendría que justificar la noche, y poco hay que explicarle a alguien cuando has decidido pasar de su cara. La próxima vez no se enrollaría con nadie de su clase, vecindario o que frecuentara el alimentación del Paseo Delicias. Cuando pase, quiero pasar pero bien – se decía.

El lunes se desarrolló un tanto lento. No quería escribir a la muchacha. Por aquello de ir de guay pero acabó haciéndolo. Sofía se conectó y sudó de el. Se volvió a conectar. Y sudó. Así al menos en las 17 veces que Sebas comprobó el móvil.

Espero al salir de clase. Y la llamo coño.

Llegó tarde a clase, a propósito. Por eso de perderse la previa charlita antes de la llegada del profesor. Así no hubiese Jimena que valga. Para irse, optó por lo mismo. Se levantó unos 10 minutos antes y se marchó de clase, no sin antes dar una hostia a la mesa de enfrente, y encontrarse con la cara de reproche y asco de Jimena, que le observaba desde una oscura esquina. En cuanto cerró la puerta, la cara de Jimena se disolvió como derretida por ácido. Solo tenía en mente aquella llamada. Llamaría a la chica del pelo gris.

Beep Beeep Beeeeeeep cada tono se hacía más tenso e insoportable. Pero al final, una ruido de descuelgue le aceleró el corazón.

-Hey Hola! ¿Qué tal?

-Hola Sofía ¿Cómo estás?. Nada… decirte que el sábado lo pasé muy bien. Nada más.

-Ah..bueno yo también…¡Gracias eh!

-Esto…bueno y ya que estamos. Te apetecen unas cañas un día de esta semana. No se ¿mañana? ¿el miércoles?

-Yo te aviso, esta semana la tengo algo jodida pero bueno. YO te digo, ¿ok?

-Vale, genial. Un beso Sofía.

Martes, ninguna llamada.

Miércoles, CERO.

Jueves.

Esta vez tendría que comerse su orgullo e ir a hablarle a Jimena, como si nada pasase. La chica del pelo gris sudaba de él de forma olímpica.Era hora de asumirlo y pasar página.

Con el rabo entre las piernas Sebas se acercó a Jimena con una cara de subnormal profundo. Se lo ponía a menudo esa cara cuando sabía que era un capullo.

-Que pasa, que coño quieres- le masculló la chica entre dientes.

-Nada Ggguapa te echo de menos. (Exageraba la G cada vez que se ponía en plan machirulo)

-Pues el sábado no parecía tal cosa.

-El sábado fue el sábado y hoy es hoy…Miércoles..Jueves, a quién diantres le importa. Sólo sé que hoy, es HOY.

-Apasionante discurso, pero apártate de mi vista antes de que te pegue un guantazo, subnormal.

Sebas sonrió para sus adentros. Sabía que por mucho que ladrara Jimena se moría por sus huesos. O bueno por su polla. La verdad es que la tía estaba hecha una guarrilla.

Así pensaba Sebas.Nunca entendió ese morbo absoluto para el acto sexual.

Era algo tan mecánico como banal. Además, le producía incluso repelús el ponerse a la carga.Sebas era más de museos, ni pintar ni colorear.

Entró el profesor. Un melenudo Hippie que daba clases como alternativa a no haber sacado tajada en el mundillo del cine. Tres horas hablando sobre el plano-secuencia. Sebas solo sacó una conclusión: que el tío era gilipollas. Había tanto gilipollas para Sebas, que a veces se planteaba el clasificarlos por categorías.

Terminó el tío de soltar su verborrea. Sebas cogió su mochila medio rota y metió su cuaderno con pintarrajeos producto del aburrimiento.

-Tío, nos vamos de cañas al bar de al lado. Le gritó un compañero, Borja, se llamaba.

-Vale ahora voy.

Sebas cogió el móvil y comprobó cuando se había conectado la tía. Hace 7 minutos. Vaya pájara. Ni siquiera era capaz de contestarme a una miseria de ¿Qué tal?. En fin, era lo de siempre, el Karma. Tratar como la mierda a Jimena (y tantas otras) le pasaba factura con tías que de verdad se la ponen dura (en sentido figurado claro).

Por más días de la semana que pasaban, Sebas no conseguía quitarse a la tía del pelo gris de la cabeza. Maldita sea, no puedo ser más tonto joder. El chico pensaba que la tontería de obsesionarse con alguien la había pasado de largo a los 18 años. Pero no.

Ahora se concentraría en Jimena. Total la tía estaba ahí y le hacía caso, quizás demasiado. Pero él sabía dosificar con maestría.

El último día de cañeo en el bar,Jimena en estado de embriaguez se le había acercado y le había abrazado.Ya está, no he tenido que hacer absolutamente nada y la tengo comiendo de mi mano.

Ese día, la tía estaba tan borracha que se la llevó a casa. Total en ese estado de embriaguez se quedaría frita en cuanto pillase cama. Así fue. Sebas se miró un capítulo de una serie anodina y se fue al sofá a dormirla. Al día siguiente desayunó con Jimena. La verdad es que era buena tía. Le invitó a un pincho de tortilla en El Económico y a un café,la tía no puso problemas en pagar. Bien es verdad que su papi era jefe de Comunicación de Coca- Cola, solo faltaba. Además, lo que podía sacarse de la cartera del chaval no era más que chatarra color bronce. Eso sí, cuando se trataba de ir a un festival, sacaba el dinero de donde hiciese falta.

Despidió a Jimena en el mismo Lavapiés, con la excusa de que tenía varios asuntos entre manos. No era así, simplemente quería deshacerse de ella pues tanto tiempo no la soportaba y mucho menos a esa risa histérica que soltaba a la mínima ocasión.

Llegó a casa y miró el móvil. Miró la última hora de conexión. Hace 5 horas. Fijo que la tía guarra se estaba follando a otro. Un hipster de mierda seguramente.

Intentó meterse en la cama pronto, quería dejar de pensar en aquella muchacha pero nada, el sueño no le invadía. Pensó en fumarse un porro pero hasta el simple hecho de enroscar los dedos le daba pereza.

Estuvo viendo sitcoms de los 90 un intervalo de tiempo indeterminado hasta que el sueño le abatió sin esperarlo.

Brriiim…Briimm

Sebas entre abrió el ojo izquierdo para comprobar que vibraba en la mesilla, en efecto era su teléfono. Cogió el móvil y comprobó que tenía un nuevo mensaje.La tía del pelo gris.

-Hola, qué tal? Perdona es que estos días he estado liadísima y no te he podido atender.

Atender dice, que flipada chaval, ni que fuese secretaria de la ONU

Aún así no pudo evitar poner un careto de perro en celo.

Ahora me haré el interesante y hasta dentro de dos horas no le escribo.

Una hora y cincuenta minutos después le respondió.

– Ah bueno no te rayes ¿yo bien y tú?

Tras varios whatsapp anodinos y sin ningún tipo de interés, Sebas la invitó a tomar algo donde ella dijese, en un par de horas. Al final ella accedió y le propuso quedar en Antón Martín donde quería ir a una mariconada llamada el gastrobar.

El chico tenía que admitir su nerviosismo, antes de la cita se fumó media cajetilla, apurando las colillas como buen profesional de la nicotina. Salió de casa desprendiendo hedores de perfume barato y se dirigió al metro para llegar a Antón Martín.

Ahora le preocupaba a Sebas el momento del reencuentro, si le vería ella guapo o él, o si el contrario la tía a la luz del día fuese una decepción total. Todo eran dudas.

Subiendo las escaleras notaba el corazón pulsando a toda pastilla. Estaba irreconocible. El que era inmutable con casi todo, en esta ocasión parecía un cuerpo gelatinoso.

Salió de la boca del metro, echó una mirada panorámica hasta que una vocecilla le interrumpió.

-¡Hola!

-Ey que pasa

Le dio dos besos y la contempló sin mirarla directamente a los ojos, por supuesto.

Sí, sí, la tía hacía honor a su recuerdo. Alta, delgadita, con un estilo rockero pero sin descuidar tendencias. La clásica niña alternativa. Tenía un par de tatuajes, parecían dragones, en el muslo y la espinilla. Tenía el pelo liso y más agrisado de lo que recordaba. Pero le quedaba chapó. Debió de dejarse el sueldo en la pelu…

-Bueno Sebas, ¿vamos a tomar algo o que?

Tomaron rumbo calle abajo y llegaron al famoso Gastrobar. La primera cerveza tuvo un regusto amargo, ninguno parecía sentirse cómodo porque prácticamente era una cita a ciegas.

Pronto sacaron a relucir odios comunes. Que si la música latina, rollo reggaeton claro está, que si , o la gente de sus respectiva Universidad, quienes iban de brillantes y eran gilipollas.

A partir de esta verborrea de críticas, la conversación se tornó cálida. También puede ser que ayudaran las 7 cervezas en menos de dos horas . La verdad es que la charla estaba tomando un sendero cómico y no paraban de reír a carcajadas. El tiempo pareció volar. Tanto es así que cerraron el bar sin haber mirado el móvil ni una jodida vez.

Bueno, que hacemos ahora, yo no se si irme a casa.

-Sí será lo mejor, yo mañana tengo que hacer una movida para un rodaje.

Pues Ok…Yo me pillo un Uber, que tengo descuento de 6 euros.

Ok, esto pues, hablamos.

Ok, adiós!

Le dio un inesperado beso en la mejilla y se metió en el primer taxi que pilló.

Sebas se quedó un poco pillao, en realidad no tenía rodaje ni historias, pero le gustaba mucho la persuasión, y esperó de Sofía que le insistiera un poco. Toda la gente con la que salía tenía manía con no dejarle irse a casa cuando le salía del alma. Pero ella le respetó y se fue. Algo que aplaudir a la chiquilla la verdad. Sebas se replanteó que gentuza frecuentaba.

Volvió a casa andando, tampoco iba a despilfarrar en un Cabify. De todas maneras no podría pedirlo ya que su móvil ni siquiera admitía otra descarga de apps por falta de memoria.

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