—Si empiezas a ver demonios es porque has de estar en el infierno –dijo Anahata, el guía o la voz interior de NyKo OnKa.

Las acaloradas discusiones que se llevaban a cabo entre las paredes abarrotadas de gráficos y retratos de otra época en el Café Madrid se habían ido silenciando a medida que las sombras de la noche se habían ido apoderando de las esquinas. NyKo había invertido las horas de la tarde tratando de escribir algo en el cuaderno de notas que había sacado, junto con un par de libros, del gran bolso de piel que descansaba en una de las sillas vacías dispuestas en torno a su mesa; pero los complejos conceptos abstractos que desarrollaba un grupo de filósofos a su derecha y los aplausos que arrancaban los versos de los poetas a su izquierda, le habían distraído de su objetivo. Así que se entretuvo bebiendo vino y observando en silencio a los interesantes grupos de pensadores que solían darse cita ahí, dando fama al recinto.

Había empezado a guardar sus cosas para marcharse a casa, pero casi vuelca el bolso sobre el piso cuando vio una sombra grande aproximándose hacia ella. De hecho había visto la forma de un caballo con el rabillo del ojo, pero se había desvanecido en cuanto volvió la cabeza para verle de frente. Trató de ignorar las palabras de Anahata mientras salía del Café Madrid para caminar a toda prisa a lo largo de las dos cuadras y media que le separaban de su apartamento, ubicado en la esquina de la calle de San Fernando. Ya casi se había olvidado de la visión de aquella sombra, cuando sintió el sonido de los cascos de un caballo a sus espaldas. Aceleró el paso, entró al edificio, tomó el ascensor para viajar al piso ocho y se resguardó en la soledad de su estancia.

Tal vez estas visiones eran tan sólo un producto de su ansiedad. NyKo acababa de volver del extranjero con un contrato de trabajo expirado. Estaba acostumbrada a que su profesión le mantuviera la mente absorbida, buscando soluciones a las demandantes exigencias de sus clientes. Pero ahora que se encontraba desempleada, su mente estaba más inquieta que nunca. Para canalizar la energía, se entretenía tratando de resolver los cuestionamientos filosóficos que Anahata no cesaba de plantearle:

  • Cuál era el sentido de su vida?
  • Existía un dios que esperaba que hiciera algo en particular?
  • Había un “Más Allá”?
  • Existían el Cielo y el Infierno?
  • O el alma inmortal reencarnaba en cuerpos mortales a fin de aprender nuevas experiencias en cada vida?
  • Si era así, qué era lo que tenía que aprender para continuar avanzando?
  • Había forma de saberlo?
  • Entonces qué esperaba para aprenderlo?

Las preguntas eran interminables.NyKo creía que encontraría las respuestas entre las páginas de sus numerosos libros; pero cada vez que creía haber solucionado el acertijo surgían nuevas interrogantes que la enviaban por diversos senderos del conocimiento. Cosa que agradecía, porque la búsqueda de trabajo le provocaba angustia y delirio de persecución, mientras que los innumerables cuestionamientos filosóficos de Anahata le ayudaban a mantener la salud mental.

Ya había consultado el pensamiento de varios Filósofos, las notas de afamados Psicólogos, modernas revistas de Antropología… En su biblioteca se alineaban libros de diversas disciplinas; pero si las preguntas sobrepasaban el conocimiento acumulado en un centenar de kilos de papel, no temía visitar las librerías de los alrededores a la caza de nuevos materiales que ampliaran su saber. Podía ser un tratado de Química o Biología; la Breve Historia del Tiempo; artículos relacionados con las teorías de la Relatividad, de las Supercuerdas o el Big Bang; Metafísica y Cábala para aficionados, y hasta historias de Ciencia Ficción. Sus pesquisas la habían ya llevado a indagar cartas astrales, los secretos herméticos del tarot, la sabiduría ancestral albergada en las metáforas de los Cuentos de Hadas y – para dar cauce a su creatividad – dibujaba pequeños textos con sus plumas de caligrafía, que después pegaba en las paredes de su estudio para meditar sobre los temas que le inquietaban.

Tras gastar una fortuna en su formación auto-didacta y quemarse las pestañas leyendo toda clase de investigaciones, formuló la siguiente hipótesis:

—El libre albedrío es un mito.

Mi alma es prisionera de un cuerpo, regulado por las funciones biológicas de sus órganos vitales, y éste está atado a la tierra a través de la camisa de fuerza que es el campo gravitatorio. Atrapada en este cuerpo, ni siquiera puedo estar segura de lo que veo, oigo, toco, huelo o degusto, porque mis sentidos filtran la realidad dependiendo de los químicos que los procesos hormonales liberan en mi cerebro, de los cuales no soy plenamente consciente.

Innumerables son las circunstancias que no estaban bajo mi control en el momento de mi concepción. Ese preciso momento en el que una descarga eléctrica, violenta como el rayo, grabó en mi ADN la versión sesenta y pico del Programa Reality X: el sistema que me ordena cómo reaccionar ante los diversos estímulos que ofrece el mundo y cuyos principios generales se pueden consultar usando herramientas de auto-conocimiento.

Este programa –que se actualiza y se refuerza a cada interacción de Anatomía con Geografía– contiene archivos acerca de mi cultura, mis normas morales, mi código de ética, mis relaciones con los otros y todos los Accidentes que definen mi Sustancia: raza, genética, género, familia, educación, ciudadanía, religión. O sea, todas las condiciones que no me permiten ver el todo, sino un fragmento de la realidad.

Por si eso fuera poco, actúo bajo la influencia de poderosos condicionamientos psicológicos, que sólo me permiten considerar unas cuantas de las ya de por sí limitadas opciones que tengo a la mano cuando tengo que tomar una decisión.

Por todo esto, me engaño cuando creo decidir en completa libertad. Las circunstancias me definen y mis opciones son muy limitadas; por lo tanto, o no existe la libertad o ésta es muy relativa.

Cuando terminó de conectar todas estas ideas, NyKo se sentía entusiasmada.

Creía haber encontrado la respuesta a la pregunta original de Anahata. Sin embargo, no había forma de estar segura, pues habían sido ya tantas las preguntas, que no recordaba con exactitud cuál había sido formulada primero. Pero la sangre se le heló en las venas y el entusiasmo se transformó en espanto cuando el espejismo que creía haber visto hacía unos minutos se materializó frente a ella, esta vez sin dejar lugar a la duda. Se trataba de un centauro pesado y musculoso, de huesos anchos y quijada oscura y cuadrada. Su torso, parcialmente cubierto por una toga color Blanco Aristóteles, estaba impregnado de minúsculas gotas de sudor que brillaban como diamantina sobre su piel bronceada, lanzando pequeños destellos de luz en la habitación en penumbras. Pareció zapatear una breve danza de tap cuando sus cascos se materializaron sobre el piso de duela y, antes de que NyKo pudiera articular el grito de terror que le anudaba la garganta, afirmó con voz amable, grave y profunda:

—La libertad no es un regalo; se conquista a través de la Obra. Para lograrlo, debes dejar de luchar.

NyKo no era capaz de organizar sus pensamientos. Lo miraba pasmada recorriendo con los ojos cada palmo de aquel ser extraordinario: mitad hombre, mitad caballo. Sabía lo que eran los centauros porque aparecían en los fantásticos relatos de la Mitología Griega, así como en algunos Cuentos de Hadas; pero siempre creyó que se trataba de una metáfora para simbolizar a un ser que había sublimado sus instintos animales para elevar su conciencia. Lo miró de arriba a abajo, admirando el pelaje castaño que cubría la parte equina de su cuerpo, la cual parecía responder al contacto de su mirada; cada uno de sus potentes y bien torneados músculos vibraba con nerviosismo al ser observado.

Como parecía que NyKo había perdido el habla, el centauro la miró intensamente con sus ojos de tiza encendida mientras ladeaba su cuerpo hacia un lado para permitirle apreciar su naturaleza ecuestre en toda su magnitud y finalmente rompió el silencio. Era un Maestro y tenía un nombre afamado:

—Soy el centauro Quirón.Hay quienes piensan que soy un mito.

Tras presentarse, acomodó sus patas firmemente sobre el suelo, volvió su torso hacia el lomo y sacó un libro grande y pesado de sus alforjas. Le mostró a NyKo la portada, que ostentaba un título clásico: El Juego Áureo. Entre los múltiples intereses contenidos en la amplia biblioteca de NyKo, había un poco de información acerca de la Obra a la que se refería el centauro. Se trataba de hacer meditaciones mientras se contemplaban las ilustraciones alquímicas contenidas en ese libro, raro en las librerías de su zona. Pero antes de meditar era necesario tener algunos conocimientos básicos de los elementos, representados por los pequeños y enigmáticos símbolos que aparecían dibujados en torno a los grabados. Era, pues, un conocimiento hermético reservado a los iniciados.

Quirón se acomodó en la habitación para hojear el libro cómodamente y le hizo una seña con la cabeza a NyKo para que se acercara a él. A medida que el centauro daba vuelta a las páginas, NyKo deseaba hacerle millones de preguntas acerca del significado de los grabados. Como si Quirón lo supiera, le dio una muy breve y elemental explicación.

—Cada una de estas ilustraciones es un mensaje codificado, imposible de descifrar por un ojo no entrenado.

Por fin encontró la página que buscaba. Contenía una ilustración en la que aparecía un andrógino con una corona y los brazos abiertos para señalar dos círculos, dibujados a ambos lados. Eran el Sol y la Luna. Se representaban unidos por una llama.

—Esta ilustración representa el proceso del Kaiji-Xing. La fusión de dos almas gemelas que se unen a través del fuego alquímico del amor. No es una unión ordinaria, sino el reencuentro con la unidad, el Uno, el Andrógino que integra todos los valores, tanto masculinos como femeninos, en un solo ser conectado con lo divino a través de la corona que sostiene sobre su cabeza en señal de que ha logrado dominar a su mente. Esa es tu misión para liberarte. Recuerda que encender esa llama es labor del amor y no de la guerra.

Mientras le explicaba el significado de la ilustración, señalaba rápidamente los diferentes elementos que la componían; pero NyKo no lograba ver nada más allá de lo obvio. Sentía pesados signos de interrogación flotando sobre su cabeza, mas ignorando su desconcierto el centauro cerró el libro de golpe, se levantó con agilidad y, antes de desaparecer en un estallido de nube, señaló el teléfono y exclamó:

—Ya entenderás. De momento tienes asuntos importantes que atender. Buena suerte!

El timbre del teléfono resonó en el silencio, devolviendo a NyKo a la realidad de su vida cotidiana, en donde necesitaba encontrar pronto los medios para su subsistencia.

SINOPSIS

El Caso Maculosa es una historia de acoso sexual. La protagonista, NyKo OnKa, es una mujer profesional que se cree liberada de los tabúes impuestos por los roles de género; pero cuando su jefe la hace espiar y expone sus intimidades sexuales ante sus compañeros de trabajo, se da cuenta de que tiene heridas psicológicas muy profundas que tienen sus raíces en hechos que ocurrieron antes de que ella naciera, pero que se han adherido a su ADN psicológico a través de su madre.

Las indiscreciones acerca de sus asuntos privados, llevan a NyKo a sufrir burlas y descalificaciones por parte de sus compañeros de trabajo, lo que tiene el poder de desequilibrarle emocionalmente y la orilla a renunciar a su puesto. Sin embargo, lo más espeluznante de la historia empieza a cobrar vida en el momento en el que NyKo, para entender su propia reacción ante la violencia de género que ha padecido, va encontrando la trama de una historia similar de abusos y maltrato que la conecta con su abuela materna, quien acabó suicidándose para escapar de su terrible agonía.

El Caso Maculosa plantea la duda de si somos realmente seres libres que elegimos nuestro destino o si las circunstancias de nuestra vida están configuradas de tal suerte que cada uno de nosotros podamos vivir las lecciones de vida que nos ayudarán a entender quiénes somos y qué tenemos que aprender a fin de transformarnos en la mejor versión de nosotros mismos.

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