Sábado.

La casa es enorme, ruidosa, y está prácticamente ardiendo.

Hay velas por todas partes y tiras de luces de led con cientos de formas diferentes; desde flamencos y fresas hasta máscaras negras con sonrisas brillantes.
Si Stuart estuviera colocado probablemente fliparía con lo bizarro que es todo, pero como no lo está, la habitación empieza a estar demasiado abarrotada para su gusto.

-Se conocieron de la forma más extraña. -Está diciendo el chico. – Totalmente random ¿Sabes? Un puñado de gente a su alrededor, y de alguna manera se encontraron; Una locura ¿no?

Stuart asiente distraídamente mientras escanea la sala buscando a alguien – algo, cualquier cosa que sea más interesante que esta conversación.

-Es una historia preciosa, de verdad, maravillosa. Ahora tengo que irme ¿vale? Ha sido guay verte, tío.

Mientras se abre paso entre la masa de postadolescentes borrachos, Sturat piensa que, definitivamente no cree en cosas como “encontrar a la persona perfecta” Esa mierda siempre ha estado reservada para imbéciles y fanáticos de Crepúsculo, y por suerte, él no se considera ninguna de las dos cosas.

La puerta de entrada está abierta de par en par y los sonidos de la calle se mezclan con la música que sale de dentro, creando un vórtex de ruido estridente y horroroso del que es imposible distinguir nada. Siempre le han gustado los umbrales de las puertas, especialmente las noches como esta, cuando suena la banda sonora perfecta para esa extraña sensación de estar en dos lugares a la vez que siempre acompaña al hecho de estar parado en un portal.

Ojea la multitud que se agolpa en la calle con desinterés; no hay nadie aquí que no haya comprado ya lo que quería comprar. Hay chicos ricos esnifando coca en el capó de sus brillantes coches último modelo, hay un grupo de chicas con pinta de haber salido de una peli americana con las pupilas totalmente dilatadas, bailando con abandono una canción de EDM, hay -hay un chico. Stuart intenta no detenerse demasiado, pero su mirada vuelve hacia él todo el tiempo; esta lejos de la multitud, con la espalda apoyada contra una ranchera medio destartalada, fumándose un porro y bebiendo algo de un termo negro. Se parece a alguien a quien definitivamente le gustaría llevarse a casa.

-¡Hey! Le llama incluso antes de que el chico se de cuenta de que se está acercando. – Parece que necesitas fuego.

El chico alza la mirada hacia él, y joder, esos ojos. No hay nada en el mundo que le pudiera haber preparado para esos brillantes y pálidos ojos de luna.

– ¿En serio? -Pregunta el chico en un murmullo ronco, alzando el peta encendido para que Stuart lo vea.

-Bueno, quizá no lo vi bien, creo que debería, ya sabes, verlo más de cerca y eso ¿te importa?

El chico se ríe; una risa profunda y rasposa, y le da una calada.

-La verdad es que sí que me importa, pero creo que a ti no.

Stuart se lo toma como una invitación para acercase; Permiso concedido, luz verde y todo eso.

-La verdad es que no, quiero decir, si, pero es que me acabas lanzar esa mirada…

– ¿Qué mirada?

-Ya sabes. -Stuart arquea las cejas para intentar enseñárselo. – La mirada.

¿Pero tú eres idiota?

Ojos de luna parece ir en serio, pero si realmente le estuviera molestando, Stuart piensa que a estas alturas ya le habría mandado al otro barrio con esos enormes bíceps que tiene.

-Lo que tú digas, tipo duro. Sólo pensé que podríamos compartir un peta, charlar un rato, quizá liarnos en la parte de atrás de ese coche tan chulo de cowboy que tienes, y luego ir a mi casa. ¿Cómo lo ves?

Durante un momento, Ojos de luna parece totalmente perplejo; Sus ojos se abren mucho más de lo que parece posible, separa los labios muy levemente y sus mejillas se encienden con el tono rojo más adorable que Stuart ha visto nunca. Parece recién sacado de la portada de Men’s Health: edición el tío más adorable del planeta, si la hay, y si no la hay, Stuart va a sacarle una foto ahora mismo, etiquetarles en Instagram, y está seguro de que se lo agradecerán eternamente.

– ¿Estás drogado? – Pregunta Ojos de luna, con un hilo de voz.

-Nunca lo sabrás. – Stuart hace un gesto hacia el termo que sostiene el otro chico en una mano. – ¿Tienes miedo de que te echen algo en la bebida o qué? Porque yo podría…

-Es café. -Le interrumpe.

– ¿Estás de coña?

– ¿Tengo pinta de…? – El repentino sonido de sirenas acercándose se traga lo que fuera que Ojos de luna iba a decir.

– ¡Ostia! Una redada. Dame tus llaves, tío. -Stuart corre hacia la puerta del conductor y extiende la mano por encima del capó. -Y tira eso ahora mismo.

-Espera ¿qué? ¿qué cojones? – Ojos de luna parece quedarse en shock un momento, pero deja caer el porro como si le quemara y da un paso hacia atrás, mirando a Stuart con horror.

-Mira tío, estás fumado, un poco quizá, pero, aun así. Eso que viene es la poli, esta fiesta se hunde y yo, amigo mío, no me voy a hundir con ella.

Ojos de luna sacude la cabeza para despejarse y le lanza dagas con la mirada.

– ¿Qué tal esto? Yo me piro en mi coche y te dejo a ti aquí a que te pille la puta poli.

-Venga ya tío, no puedes conducir fumado, y aunque pudieras, si te pillan estarías en un lío de cojones, y yo estoy aquí, fresco como una rosa, ofreciéndote mi ayuda. A cambio solo tienes que dejarme ir contigo y alejarme de este sitio; los dos ganamos ¿no lo ves?

Ojos de luna no parece muy convencido, pero el sonido de las sirenas se hace cada vez más alto y la gente a su alrededor empieza a gritar y correr en todas direcciones, y mientras se desata el caos a su alrededor, parece tomar una decisión.

– ¡Joder, vale! – Le tira las llaves a Stuart y se monta en el asiento del pasajero en cuanto abre el coche.

– ¡A tope tío, prepárate para el viaje de tu vida!

Salen del improvisado aparcamiento en el momento en el que la policía empieza a bajarse de los coches.

– ¡Espera, joder! Tenemos que regresar. – Dice Ojos de luna en cuanto toman la primera curva.

– ¿Qué? Ni de coña tío.

-Es mi puto coche y vas a hacer lo que yo te diga. -Gruñe. – Mis amigas siguen ahí y han venido conmigo.

-Vinieron contigo, y ahora tú te vas conmigo, no te quedes en el pasado. Además ¿qué clase de amigos dejan a un tío como tú ahí abandonado para que le rapten o algo así? No merecen volverse contigo.

-No me iban a raptar, eso es ridículo.

Stuart da un volantazo en una curva cerrada, casi chocándose con una señal de tráfico.

-Bueno, yo te he raptado, más o menos.

-Estás zumbado. Este es mi coche, y podría arrancarte la garganta con los dientes.

Stuart piensa que eso no le importaría en absoluto; sus dientes en su garganta, no la parte de arrancar, esa parte sí que le jodería.

-Sea como sea, te perdonarán, era una situación de vida o muerte, estamos huyendo de la policía, estamos…

Se detiene a media frase cuando se da cuenta de que, efectivamente, están huyendo de la policía; hay un coche patrulla persiguiéndoles. No tiene ni idea de cuánto tiempo llevan así, pero ahí está, y él aún tiene cincuenta pavos de polen, cinco gramos de cristal y un par de pastillas. No se va a dejar pillar ni muerto.

Y así empieza la persecución. El chico en el asiento de copiloto parece totalmente pasmado mientras Stuart toma otra curva y empieza a callejear por callejones estrechos y oscuros por los que apenas cabe la camioneta.

– ¿Qué cojones haces? ¡Para el coche!

Stuart no va a parar el coche bajo ningún concepto.

Las sirenas suenan cada vez más cerca, así que Stuart mantiene el acelerador pisado hasta el fondo mientras atraviesan los callejones, prestándole poca o ninguna atención a las señales.
Toman una curva y las ruedas delanteras del coche se estampan contra el bordillo, haciendo que todo el vehículo pegue un bote al impactar. La puerta del copiloto choca con fuerza contra una esquina y el chirrido es tan agudo y tan penetrante que parece un animal moribundo.

-Lo siento, lo siento muchísimo, te prometo que te lo pagaré.

-Voy a matarte. -Dice Ojos de luna en un tono terriblemente calmado, teniendo en cuenta que es muy probable que su coche haya quedado marcado de por vida.

Otra curva, otro horrible sonido, y el termo que Ojos de luna había dejado sobre el salpicadero se choca con el cristal, abriéndose y derramando su oscuro contenido por todo el salpicadero.

Stuart observa, horrorizado, el café que lo cubre todo y empieza a gotear sobre sus piernas y el suelo.

-Huele bien, al menos. -Dice, sin procesar aun lo que acaba de ocurrir.

Pero Ojos de luna no está mirándole, ni siquiera parece estar prestándole atención, tiene la mirada clavada en el salpicadero encharcado como si esperara que el líquido desapareciera mágicamente.
Entonces baja la mirada a sus pantalones, cubiertos de café.

-Voy a matarte. -Dice de nuevo, pero parece más resignado que amenazante.

Stuart decide ignorar las amenazas de su acompañante y centrarse de nuevo en la tarea entre manos para poder guiarles a un refugio seguro lo más rápido posible. Las sirenas suenan cada vez más lejos, pero Stuart sigue acelerando para poner toda la distancia posible entre ellos y la policía.

Finalmente, se detiene entre unos choches aparcados en un polígono industrial y respira hondo. Es muy posible que eso que sale del motor sea humo, pero no se va a poner a pensar en eso ahora. No con Ojos de luna mirándole como si fuera a cumplir sus amenazas en ese instante.

-Tío. -Dice Stuart, casi riendo. -Eso ha sido…en serio ¿no ha sido la ostia?

El otro chico le mira con los ojos muy abiertos y la mandíbula tan tensa que parece un animal salvaje a punto de abalanzarse sobre su presa.

-Tú. -Gruñe. -Tú eres un gilipollas demente.

Stuart suelta una risa nerviosa y se estira en su asiento.

– ¿Cómo te llamas? -Pregunta.

-Tienes cojones, chico. -Cuando Stuart no dice nada, continúa. – Hale.

-Hale. Te pega. -Stuart le dedica una amplia sonrisa. – Tú y yo, Hale, vamos a hacer cosas increíbles.

Hale sólo le observa en silencio, con el ceño fruncido, los labios entreabiertos y los hombros muy tensos.

-No. -Dice finalmente entre dientes. – Tú estás zumbado y una vez te bajes de este coche no volveremos a vernos.

-¡Oh, venga ya! Stuart le dedica una mirada que espera denote sufrimiento, y se baja un poco las gafas para más énfasis. – Dime que no acabas de tener la mejor noche de tu vida.

-Que me persiga la policía durante media noche no es lo que yo llamaría diversión.

– ¡Anda ya! No me digas que no te salvé de una muerte por aburrimiento en ese parquin. -Continúa sin esperar respuesta. -Parecías un cactus marchito y de repente ¡Bam! Mírate ahora, casi te crecen flores en el pelo y todo.

Hale abre la boca, la cierra y la vuelve a abrir.

-¿Vas drogado?

– ¿Qué? Joder, no. Ya te dije que no. Nunca debes consumir mientras trabajas ¿no lo sabías?

Hale se queda sin palabras por millonésima vez esa noche.

-Eres camello. Eres camello y estás puto zumbado.

Stuart se ríe y le tiende la mano.

-Venga, dame tu teléfono.

Hale le observa con expresión ilegible y no se mueve.

-Tengo que pagarte la puerta ¿no? Necesito tu teléfono para eso.

Hale le tiende el teléfono en silencio, aun mirándole como si le acabara de crecer una segunda cabeza. Stuart se hace una llamada perdida a su propio teléfono y se asegura de guardarlo en el móvil de Hale también, por si acaso.

-Fuera de mi coche. -Dice Hale con gravedad.

-Pero…

Hale se baja del coche mientras habla.

-Fuera del coche. -Repite amenazante.

Stuart se baja del coche lentamente y se queda de pie ante Hale, que no deja de mirarle con una mezcla entre incredulidad y odio.

-No puedes dejarme aquí.

Hale se sube al asiento del conductor y cierra le cierra la puerta en las narices.

-Mírame.

– ¡Venga ya tío! Estamos en mitad de la nada.

– La próxima vez te lo pensarás dos veces antes de raptar a alguien.

Hale no se siente culpable en absoluto mientras se aleja, dejando atrás al chico con gorro de lana y gafas ridículamente grandes. En absoluto.

Y, si tiene suerte, no volverá a verle nunca más.

.

SINOPSIS

Hale está en su segundo año de Derecho y tiene muy claro que para conseguir lo que quiere debe mantenerse en el camino que él mismo se ha impuesto, cualquier desvío sería, no sólo inaceptable, sino también, probablemente, desastroso. Su vida, por lo tanto, se centra en trabajar para mantenerse, y estudiar para conseguir sus objetivos lo antes posible.
A Stuart, niño prodigio caído en desgracia, hace mucho que los estudios dejaron de importarle, y ahora, atrapado en una carrera que no le estimula, busca entretenimiento y sustento vendiéndoles drogas a sus compañeros de clase y metiéndose en situaciones que nunca suelen acabar del todo bien.
Es en una noche como cualquier otra, en un lugar como cualquier otro, rodeados de gente como cualquier otra, cuando se encuentran; Stuart y Hale viven en mundos totalmente distintos, no piensan de la misma manera, claramente, no tienen las mismas prioridades y definitivamente no hablan el mismo idioma.
Así que no, probablemente no estén hechos el uno para el otro.
Sin embargo, y de manera totalmente inesperada para ambos, comprenderán que la vida tiene planes para ellos mucho más grandes que los suyos propios, y quizá, al obligarles a desviarse de sus caminos, consiga que encuentren algo mucho más importante.

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