Solo La Copa Rota de una Historia

Solo La Copa Rota de una Historia

Albert Peiz

07/02/2018

Sipnosis: un joven se encuentra en un bar con un hombre que al pareer esta pasando una vida en pena y depreción, al cual el joven decide contarle su vida, pero sin darse cuenta ese relato oculta algo más.

Un hombre de cabello castaño entró en el bar en el que me encontraba aquella noche de Abril, tomando algunas cervezas para descansar del ajetreo de mi rebuscada vida. — ¡Claro! como si todo se solucionase con unos deleitantes tragos— Pero este no es el caso, aburrido por mi desgracia fije detenidamente la mirada hacia este hombre, que tenía en su cara la expresión de cargar con una desgracia más amarga que la mía, así que abatido me dije en un instante ¡¿porque no?! Alimentarse de la desgracia ajena, tal vez me haga sentir mucho mejor, ya que su aspecto parece ser peor que el mío.

Me acerque sigilosamente, como cuando un cazador persigue su presa; me senté junto a él, llame al cantinero y pedí dos whiskies. Mire a aquel hombre de cabellera clara y ojos grises, que reflejaban tristeza y batallas perdidas.

— ¿Qué te sucede amigo mío? —Me dirigí hacia él—, la vida es muy corta para lamentarse.

Me miro extrañado, como si tuviese algo ajeno en mi rostro y con sus paliduchos ojos fijos en mí. — Sé más que cualquiera, que la vida es un enigma que rompe nuestra cabeza obstinada en comprenderla. Y que aun cuando crees descifrarla, se te va como paloma al aire. —contestó él.

No entendí muy bien qué quiso decirme, pues parecían palabras de griego loco. De aquellos que buscaban una respuesta hasta de ¿por qué el cielo es azul? Yo no me hago ese tipo de preguntas — ¡como si eso fuese a solucionar mi vida!—. Soy más bien, del tipo de persona que se beneficia de alguna forma de las acciones de los demás, como las lombrices de la tierra. Pero en ese momento, la curiosidad se apodero de mí, y pues, ante la posibilidad de morir de aburrimiento, creo que prefería morir por la misma causa que el gato[1].

— ¡Soy todo oídos! ¿Qué te hizo la vida, para que hables de esta forma?

Él sonrió con un toque de picardía y a continuación dispuso su asiento para empezar su relato.


[1] “La curiosidad mató al gato”

Capítulo I

Flores de Otoño

Las hojas caían, con el mismo sentimiento de tristeza que late dentro del corazón de un joven estudiante; como en aquellos sueños de cuentos de hadas que siempre tienen un final feliz, un romance eterno y correspondido por el bello amanecer. Aunque este no pareciese ser el caso. Esa fría brisa de marzo, que carga en si misma con el silbido más desgarrador, que pueden componer las notas en el viento. Así latía el corazón de este joven, lleno de dolor; enamorado hace ya tres años de la misma mujer, y rechazado un sinfín de veces por la misma.

El joven seguía su camino, mientras las hojas cafés y sin vida desfilaban a su alrededor, contemplándolas mientras el viento emprendía un nuevo rumbo en ellas.

Con un maletín a su espalda lleno de libros y cuadernos; un tipo flaco de débil presencia. Vestía su uniforme de diario: pantalón azul oscuro y camisa blanca. Lo único que daba vida a su escuálida figura eran aquellos ojos penetrantes color gris y un cabello corto y castaño que caía a los lados de su rostro.

Estudiaba en una academia prestigiosa, en la que solo era posible ingresar si provenías de una familia acomodada: hijos de presidentes, senadores y empresarios o vivías en un lugar de alta posición social. Él era hijo de una familia muy adinerada, dueña de algunas de las más poderosas empresas, que incluso podían llegar a sostenerse por sí mismas.

No disfrutaba de ir en carro, pues le gustaba apreciar la naturaleza que encontraba de camino. Justo cuando se estaba acercando a su colegio, se encontró con una amiga suya llamada Dora. Era hija de un senador; una chica de pelo café y ojos marrones, de una compostura normal. Tanto, que solía pasar desapercibida entre la muchedumbre. Ella se bajó del carro y se acercó para abrazar al chico.

— ¿Cómo estás?, hace mucho que no te veía —le dijo, mientras le daba un coscorrón en la cabeza—. ¿Cómo van tus amores?

Él Solo la observó en silencio y después de un rato dijo — ¿Por qué siempre haces lo mismo?, me golpeas y luego preguntas una estupidez —Dora lo miró — ¡Ya supérala! llevas tres años en la misma situación y ya me sacas de quicio—le dijo ella mientras hacia un gesto de desaprobación. Salió corriendo, abrazó a sus dos amigas de clase que se encontraban más adelante, levantó la mano y se despidió de su amigo Deybi.

Entre las dos amigas de Dora se encontraba, Elena, una rubia hermosa de ojos azules, con una personalidad cautivadora y belleza envidiable. Su otra amiga se llamaba Diana y esta, en cambio, era de una apariencia demasiado común: pelo negro y ojos oscuros. En realidad, no sobresalía mucho; de hecho, Dora era mucho más linda que ella.

Los padres de Diana aparte de participar en temas políticos, eran grandes empresarios. Por lo cual, ella tuvo que crecer junto a su abuela, y tenía un gran respeto sobre las personas y amaba en secreto a Deybi, pero este no le era correspondido por la traga maluca que tenía este por (la reina del salón 10-B) salón en el que cursaba Deybi; la india más hermosa jamás vista, una perfecta porcelana hecha por los dioses del olimpo, su pelo largo y negro profundo que solo era apreciable en los sueños más bellos, con una cara perfecta, y ojos negros obscuros que reflejaban la noche de Halloween más hermosa, con una sonrisa capaz de levantar a los muertos solo por apreciarla, si, una reina del universo. Su personalidad era frívola, muy manipuladora, como una viuda negra, que teje mentiras, de nombre Alice.

En unos instantes sonó el timbre de comienzo de clases, los estudiantes entraron como manada de ratones, cerraron las puertas de la academia. En el salón 9-A salón donde cursaba Dora, se encontraban en clases de Matemáticas. Dora se sentaba en los puestos del medio, y ponía más o menos atención a la clase, aunque era muy inteligente, también lo era de perezosa, pero pasaba las materias en lo necesario; Elena se hacia adelante ya que le costaba ver, era un poco lenta para aprender, aunque era excelente dibujando; Diana se hacía en el medio pero hacia las ventanas, y en muchas ocasiones se la pasaba viendo los árboles, claro y como era otoño veía caer estas singulares hojas y pensaba en el día en que encontraría la felicidad junto con Deybi, una y otra vez pensando en estas cosas de adolescentes, como era casi invisible el profesor ni notaba que ni escribía.

Ya como a las diez de la mañana, Diana miro nuevamente por la ventana y esperaba ansiosa que sonara el timbre de descanso para ver nuevamente a Deybi y así pasar un tiempo con él; se refundía en sus pensamientos, soñando despierta, con ser correspondida por su amor delirioso y profundo. En ese momento Dora la agitó fuertemente haciendo que Diana se cayera del asiento, todo el salón se rio, sonó el timbre y el profesor se despidió dejando una hermosa y larga tarea.

En el descanso Diana fue con Dora, ya que ésta sabía que Dora siempre iba a buscar a Deybi; cuando lo encontraron, se saludaron, y Diana se sonrojó un poco, se puso nerviosa, se sentaron y comenzaron hablar. En un momento paso Alice, Deybi guardó silencio y miró fijamente la belleza astral de ésta, como modelo por pasarela, fue tanto su distracción que este dejó de respirar por un momento, y luego sintió un gran golpe en la espalda que lo tumbó de cabeza contra el suelo, Dora la evidente causa del golpe, lo miró con ira y dijo – Estúpido, ¿acaso no te das cuenta?, que jamás te parara bolas, ella es una reina y tu un siervo.

Diana miró entristecida a Deybi, luego miró a Dora y dijo – No te pases Dora, no trates así a Deybi, sí, sabemos que es un idiota, y que vive ilusionado con lo imposible, pero no es el único… – luego guardó silencio y pensó casi digo que estoy enamorada de Deybi. Se sonrojó y mandó sus delicadas manos a la boca y suspiró.

Deybi se levantó del suelo y dijo con tono de tristeza – chicas ustedes como son conmigo – En ese momento vino un balón y le golpeó la cabeza de Deybi, luego vino un chico y dijo – perdón Deybi.

Recogió el balón y se fue, Dora y Diana se rieron y Deybi las miró con una sonrisa, mientras se sobaba la cabeza.

Sí, al parecer la vida de esté inútil estudiante era una miseria completa, una vida sin arreglo, las horas pasaron como simple viento que se llevaba las hojas de otoño. A las dos de la tarde salieron todos del colegio, unos en sus vehículos costosos, otros en bus porque sus padres se olvidaron de ellos, y nuestros protagonistas a pie.

Mientas caminaban continuaban hablando de cosas inútiles que no vale la pena ni mencionar, hasta que llegaron a un parque pequeño, con columpios desgastados y oxidados, ¡qué extrañamente! el viento los movía muy seguido; un resbaladero ya roto, un pasamanos oxidado y sin pintura. Aquel parque estaba rodeado por un bosque, y la única entrada era la de frente. La carretera se dividía en dos, izquierda y derecha. En este punto se separaban; Deybi cogía por la izquierda y las chicas por la derecha, así que se despidieron con abrazos y besos como si no se fuesen a volver a ver, ¡que ridículos!

Al llegar Deybi a su casa, una casa enorme, ¡parecía una mansión!, ventanales grandes, puertas muy hermosas; dentro de ella había tantas habitaciones que me cuesta saber cuántas había en total, tres baños y una cocina que pareciese para un chef profesional. La casa era de madera muy fina, ¡creo que era roble!, en la parte de atrás había un patio grandísimo, el cual se pegaba al bosque ya mencionado. Lo único que separaba la casa del bosque era una reja delgada.

Deybi abrió la puerta, entró, cerró la puerta, tiró el maletín a un sofá grande y se notaba que era costosísimo. Subió las escaleras y se dirigió a uno de los baños que estaba en el fondo, cerca de la habitación de él; orino, vacío el baño y entró a su habitación, la cual era más pequeña que las otras, tenía una cama para dos totalmente desorganizada, un escritorio donde ponía sus cuadernos y libros, un computador tan costoso que podías diseñar cualquier cosa en él. Deybi se lanzó a la cama, miró hacia la ventana, la cual estaba abierta y quedaba mirando hacia el patio que se unía al bosque. Él se levantó se dirigió a la ventana, la cerró y dijo – que extraño creí que la había cerrado – cuando iba a voltear para volver a la cama, alcanzó a ver a una mujer vestida de blanco, la mujer entró al bosque. Él se asustó tanto así que se cayó al suelo sentado, se paró, suspiro de horror y se dijo – fue mi imaginación, solo mi imaginación – se acostó, y se quedó dormido.

Ya como a las seis de la tarde se levantó tan asustado porque una paloma chocó contra la ventana cuarteándola. Él se levantó lo más rápido que pudo, miró por la ventana y vio en el suelo a la paloma pataleando, y dijo ¡por Dios! Corrió rápidamente, abrió la puerta, bajo las escaleras, resbaló en los últimos escalones, se paró, corrió, abrió la puerta trasera que dirigía al patio, salió y tomo a la paloma que estaba gravemente lastimada. Entró rápidamente con ella, y como su abuela fue veterinaria sabia un poco sobre el tema y por esa razón era tan amante de la naturaleza, de hecho su sueño era ser biólogo. Sanó las heridas de la paloma, pero como aún estaba muy herida, la metió en una jaula grande que tenía por ahí llenando polvo y telarañas, puso la jaula en el pasillo, en ese instante entró una brisa fría que pareciese del invierno más congelante, Deybi se erizó, se dirigió hacia la puerta trasera y la cerró.

Al otro día exactamente en el descanso, Deybi les contó a las muchachas sobre lo que había pasado el día anterior, las jovenzuelas se burlaron de Deybi por lo cobarde que era, Dora le pegó un manotazo en la espalda y dijo – Deybi buena esa, ¡que viste una mujer! – y se reía de él. Él respondió – bueno no me crean – Diana con un poquito de pena dijo – no es que no te creamos, pero ¿qué hacia una mujer en ese bosque?; sabemos que está prohibido, por lo que suele pasar – Dora dijo – eso es, vayamos nosotros mismo y miremos, para saber que hacia una mujer ahí-. A lo que Diana se opuso rotundamente, y Deybi dijo – No es por miedo, pero es mejor no ir.

En eso sonó el timbre, y Deybi dio un pasó y chocó con Alice tumbándola, él se asustó, se disculpó, le brindó la mano para ayudar a levantarla, ella no la acepto, se levantó y dijo – este imbécil, me hiciste ensuciar, ¿Quién te crees?, virgen sin consuelo – Él se sintió mal y dijo – lo siento, fue sin intención – Ella le puso el dedo en la boca, él se sonrojó, ella dijo – shhh, cállate cerdo, te ves mejor así -.

Dora se levantó y dijo – ¿Quién te crees tú?, porque seas tan linda, no te da el derecho de portarte así, como toda una perra, ¡a no!, como que si tienes razón, ¡es porque eres toda una perra! -. Alice miró fijamente a Dora desafiándola – ¿Cómo me dijiste? – Dora contestó sin más – Perra, y por si no entiendes te la deletreo P.E.R.R.A-.

La supuesta “reina” se salió de sus cabales, cacheteó a Dora, y se pusieron a pelear. Deybi intentó separarlas junto con Diana. Cuando Deybi logro tomar a su amiga, y Diana a Alice, la chica le dijo a Diana – ya suéltame – Diana la soltó y ella se empezó a marchar con su cabeza en alto menospreciándolos. Deybi aun sostenía a Dora, la cual pataleaba y seguía diciendo insultos para Alice, luego miró a Deybi, lo golpeó y dijo – ya suéltame baboso, que me estas tocando los senos – Él sin pensarlo la soltó y dijo – lo siento – Ella lo miró horriblemente y con rabia – eres todo un idiota, te dejas tratar así solo porque te gusta – Y se marchó junto con Diana; él se quedó mirando mientras se iban y no volteaban hacia atrás. Un silencio invadió la mente de él, los pensamientos se reprimieron, todos los otros pasaban a su alrededor hacia los salones, él se quedó inmóvil, por bastante rato, se refugió en sus pensamientos, no tenía muy claro que hacer, luego se acuclilló en el suelo, acachó su cabeza y las puso junto a las rodillas, cerró sus ojos, en ese momento empezó a llover; él no se movió ni un centímetro.

Pasaron varios minutos, Deybi continuaba en la misma posición. En eso escuchó una voz conocida para él, levantó lentamente el rostro y vio unos hermosos ojos azules, el reconoció a esa chica, y dijo – ¡ah!, eres tú Elena, ¿qué haces afuera del salón? –

Ella sonrió mientras se acomodaba un cabello que tapaba su rostro, y dijo – estoy enferma, supuestamente –sonrió – pero en realidad ando un poco deprimida, así que decidí irme, ¡¿y tú, por qué decides disfrutar de una ducha al aire libre?! – Él la miró y dijo – creo que ambos estamos deprimidos.

Entonces ella lo tomó de la mano – levántate y vámonos juntos, mis padres no están, así que estoy un poco aburrida tal vez tu compañía me suba el ánimo, ver a un perdedor, me alegra el día, ya que me muestra que soy mucho mejor. -ella se rio, mientras él la miraba y decía – tan odiosa

Así que ambos decidieron ir a la casa de Deybi. Al llegar, Deybi miró a Elena, y dijo – si quieres te puedes duchar y refrescarte en el baño de acá bajo, yo iré al baño de arriba -Ella sonrió y dijo – ¿no será que me quieres espiar? – Él se puso nervioso y dijo – ¡no! ¿Cómo se te ocurre? -Ella se rio – ¡ah!, yo pensé, ya te iba a proponer que nos bañáramos juntos, pero te lo has perdido.

Deybi ya no sabía que pensar y se quedó un momento estático imaginando el cuerpo desnudo de Elena, pensaba en sus senos rosaditos, soñaba con acariciarlos con su lengua, en eso ella interrumpió sus delirantes interpretaciones con un malentisazo que le pego en la cara y lo tumbó en el suelo, reventándolo. Ella se asustó, se agachó a mirar que le había sucedido, estaba muy nerviosa por la sangre que derramaba Deybi, se acercó y en ese instante él se levantó chocando las frente de ambos, los dos se sobaron, se miraron y se rieron juntos, ella lo miró y dijo – ¿en qué rayos pensabas? – Él trago su saliva como quien dice que lo habían descubierto, y dijo – no, nada – Después de unos minutos, Deybi se encontraba viendo televisor, mientras esperaba que Elena saliera del baño, en eso ella se paró enfrente de él en toalla y dijo – ¿tienes ropa que me prestes? –

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