La escritura literaria digital

La escritura literaria digital

Me interesa analizar pros y contras de la producción de textos literarios utilizando tecnología digital. Como sucede con los nuevos fenómenos sociales y tecnológicos, no se puede opinar cabalmente sin perspectiva. Hagamos un poco de historia.

Muchos escritores actuales nunca han escrito una línea con lápiz y papel. Ya nacieron delante de una pantalla digital, con la facilidad que ésta aporta tanto para la escritura como para la comunicación a través de las redes sociales o la búsqueda de información.

Otros, en cambio, hemos transitado desde el lápiz y papel a la pantalla. En un principio (no de los tiempos) escribíamos cartas manuscritas a los familiares, amigos, amores. Y si nos había herido la flecha de Apolo, poníamos en el papel, negro sobre blanco, nuestras quimeras literarias para mostrarlas a amigos lectores y/o editores. ¿Cuántos folios manuscritos no hemos arrugado y lanzado, en un ataque de ira, a la papelera?

La tecnología digital permite escribir, corregir sobre la marcha y publicar inmediatamente, con el peligro que suponen las acciones rápidas y poco reflexivas. Twitter, Facebook, Whatsapp y otras plataformas de difusión han causado muchos desastres en las relaciones humanas y literarias. Pero me interesa centrarme ahora en la importancia significativa del work in progress que son los textos hasta que alcanzan su forma última.

¿Quién guarda las correcciones efectuadas a un texto literario hasta su versión definitiva? Una obra literaria tiene una historia textual. ¿Cuántos ríos de tinta no han provocado las correcciones, propias o ajenas, de nuestros grandes autores? La Filología creó una disciplina específica, la crítica textual, para analizar el proceso de creación de un texto, pues las variantes de escritura no tenían sólo implicaciones estilísticas, sino que numerosas veces podían cambiar el sentido de obras que consideramos definitorias de nuestra cultura universal.

Pondré algún ejemplo del ámbito hispánico. El gran poeta Gustavo Adolfo Bécquer murió sin llegar a ver impresas sus Rimas. Sus cuadernos los revisaron sus buenos amigos Correa y Ferrán, que ordenaron sus poemas y se encontraron con variantes manuscritas en los versos del poeta. Tuvieron que aceptar unas correcciones y desechar otras. Seguramente conocemos de las Rimas una versión que podría no ser la que él deseo transmitirnos, habida cuenta de que está perdido el Libro de los gorriones que Bécquer dispuso para la publicación.

Hoy en día esto es bastante impensable que ocurra, porque vamos escribiendo y corrigiendo sobre pantalla. Las variantes de nuestros escritos desaparecen, y el rastro digital que dejan se suele perder. Desaparece así la memoria de nuestra evolución estilística. La crítica textual languidece pues ya no pueden analizars las diferentes opciones textuales. Todo texto escrito mediante tecnología digital resulta final, definitivo. Perdemos algo y ganamos algo. Yo creo que perdemos mucho, sobre todo los aprendices de escritores. Es como si en el taller del escultor el maestro sólo enseña a su discípulo la obra acabada, sin hacerle aprender un oficio que convierte una mole de mármol en, por ejemplo, el David.

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