Cuántas veces hace falta
«No se pierde la inocencia en una vez. Hacen falta muchas caídas para que emerja de pronto un rostro serio, pero calmado, algo triste, pero más seguro y confiado. Confiado en su refugio, en sus distancias. Con menos ilusiones, pero también menos sofocos. En su «esto sí» y «esto no». O «aquí sí» y «aquí no»». Eso...