25 de julio de 2050
Walter Dato. Redacción.
Últimamente, científicos especializados en el comportamiento del ser humano, han detectado un disgusto generalizado tanto en hombres como en mujeres. Por ese motivo, decidieron convocar a un selecto grupo de ciudadanos (escogidos al azar, por supuesto) para participar en el undécimo Congreso de Convivencia y Lealtad, organizada por la C.C.D.C.H. (Corporación Científica De Convivencia Humana).
En esta ocasión, según Rafael Herman, doctor en Ciencias y Tecnología, se daría oportunidad a los ciudadanos de exponer sus quejas ante el gran consejo de ministros y, por supuesto, de la comunidad científica allí presente. Nosotros también quisimos ser partícipes de dicho evento y aquí os traemos la primicia.
Rodrigo Mattel, portavoz oficial de Ciudadanos Disgustados, y Maite Estocolmo, representante de Amas de Casa Sin Identidad, expusieron sus temas, y aquí la transcripción de ellos.
Estocolmo, cansada de tanto avance tecnológico, dice que las mujeres se encuentran al borde del ataque. “Tanto robot por aquí y por allá, deambulando de un lado para otro limpiando y ordenando todo sin parar. Y qué decir de los perros que sacan a pasear a los niños. De que la comida se sirva siempre caliente y a la misma hora. De que la ropa salga limpia y planchada, etc. No hay derecho, las mujeres hemos dejado de existir prácticamente. Muy pronto, esas máquinas hasta llegarán a parir por nosotras”, protestó muy acalorada.
“Los microchips implantados en nuestras mascotas, en nosotros mismos, en los niños y ni hablar de los electrodomésticos, para supuestamente así evitarnos un sinfín de problemas, han llegado al límite; estamos cansados de no poder hacer nada”, recalcó Mattel.
Al ser consultados si venían con alguna solución en mano, los incrédulos científicos escucharon la respuesta con tal espasmo, que hoy están creando con urgente rapidez un virus para inutilizar a todos los microchips inteligentes implantados en los últimos 35 años.
Ante la pregunta sobre la solución presentada, ambos respondieron que exigen nada más y nada menos que la cabeza de los creadores de dichos servicios.
Mientras, los últimos humanos inteligentes permanecen criogenizados en espera del próximo viaje programado.
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