Madrid, 2015. Los ojos emocionados de 20 niños de 5 años, movilizados por la voz e imagen en pantalla de personajes de cuentos tradicionales invaden sorpresivamente a expertos que prueban experiencias aúlicas, ante la preocupación por la rigidez empática del espíritu de las nuevas generaciones.
Los infantes reían, insertaban diálogos y se mostraron entusiasmados y hasta enojados con las historias de Caperucita y el lobo, Peter Pan, Pulgarcito, Blancanieves, los siete enanitos, 101 Dálmatas, entre las 200 historias seleccionadas. El rictus de sus rostros mostraba alegría, complacencia y entusiasmo.
Acostumbrados a relacionarse con robots, juguetes electrónicos, Ipod de última generación, el proyecto aportó humanidad a sus vidas. Unos seres extraños, traídos de un mundo desconocido, mostraron una sensibilidad olvidada en los escolares.
La historia de Pongo y Perdita y la malvada Cruella de Vil los enojó fuertemente. En el entusiasmo emitían el sonido onomatopéyico del ladrido nocturno para alertar, en sentido solidario, a los dálmatas cuando estaban en peligro. La presencia de los simpáticos gnomos, en ayuda de una princesa, fue motivo para darles nombres nuevos a los personajes. El ropaje de caperucita hizo que las niñas eligieran disfraces de capa roja. Y el lobo generó expresiones de repudio.
Y ni qué contar cómo se entristecieron con la historia cruel del menudo Pulgarcito. Sin duda, el software de código bit no tuvo en cuenta dicho efecto al realizar la selección enciclopédica.
Sin embargo, el experimento fue muy positivo, ya que, un mundo muy extraño invadió la fantasía de las almas infantiles. Y sin darse cuenta se introdujeron en un universo de maravilla.
Ahora, se proyecta que los pequeños cuenten las historias en ámbitos escolares y familiares, a hermanos y otros amigos, desprendidos de la presencia del «Dron Koiné».
Una nueva humanidad pareciera proyectarse en el imaginario pedagógico que pretende desconectarse de pantallas e informantes tecnológicos, buscando rescatar la presencia docente en las aulas futuras, al ingresar a la segunda etapa del S. XXI.
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