El presidente del Comité Olímpico Internacional, Leo Messi, ha anunciado –en un tuit con un emoticono sonriente- que el tiro al dron con palos de selfis es oficialmente un deporte y «será la categoría reina de los JJOO de Madrid 2052″. Atrás quedaron los años dorados del fútbol y los años plateados del baloncesto, el atletismo y la natación. Messi -que colgó las botas azulgranas tras ganar la Champions del 2015 para dedicarse en exclusiva al tiro al dron- asegura que «si el Barça es más que un club, esto es más que un entretenimiento«.
El astro argentino se ha hecho un selfi con el mismo palo que dará el pistoletazo de salida a los juegos de Madrid, al encender el pebetero tras colisionar contra un dron (en un claro homenaje a Barcelona’92). Robots, cyborgs y humanos pegados a sus smartphones han recibido la noticia con una alegría desbordante. En cambio, los marcianos y lunáticos -como gentilicios, no como adjetivos- se han mostrado decepcionados, ya que se ha descartado la competición para los JJOO de la Vía Láctea debido a la falta de gravedad, que impide que los aparatos puedan volar.
Este deporte empezó a practicarse en la década de los felices años 20. Tras superar una larga crisis económica, la sociedad necesitaba despojarse de la frustración contenida y pasó del postureo de las autofotos al lanzamiento de paloselfis contra los drones de vigilancia controlados por la Troika europea. Para perfeccionar la técnica se empezaron a impartir clases en parejas: uno dirigía el artefacto volador y el otro lo abatía. También proliferaron las academias de coreografías de tiro en grupo para celebraciones como bodas, bautizos y comuniones.
Actualmente, los máximos exponentes de esta disciplina son un clon de Sevilla y una holograma de Donostia, que se enamoraron tras ver el clásico del cine español Ocho apellidos vascos y esperan coronarse en Madrid’52.
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