Uno de los ángeles que se ocupa de recibir las demandas realizadas por los mortales, desde el año 4.000 aC., se encuentra sentado frente a su Sotis-Web 0.5 integral. No tiene piernas, no las necesita. Su vida, como la de tantos jóvenes del siglo XXII, es puramente virtual. Su trabajo consiste en recopilar toda la información posible del pasado, almacenada en el programa Xanadú, una información masiva que le permite darle una respuesta y un buen consejo a mister Blunt, presidente del WHB, organismo ecuménico universal  encargado de hacer realidad el viejo sueño de la humanidad: iniciar un nuevo plan para llegar a conseguir un mundo mejor.  Es el sueño de todos los fieles de la Teotecnocracia, desde tiempos de Newton, de los seguidores de Weber y de los legos oblatos, que se creen que la forma de salvar el orbe es procreando familias numerosas. Un mundo mejor. Es el lema que colocaron, en una placa de oro, los fundadores del Fondo Monetario Internacional, que decía: «Tikún olam». Están convencidos de que la prosperidad material era la panacea, que proporciona la felicidad y quieren exportarla a la Aldea global. El ángel, tras sintetizar todos los aciertos y errores de los últimos siglos, le resume su consejo a mister Blunt, con tres palabras: «Nada en exceso». ¿Me puedes ampliar la respuesta?, le inquiere el presidente, haciendo uso de sus leyes planetarias.  Sí, le responde el ángel de silicio. Lo primero que tiene que hacer la humanidad es tener menos hijos. Lo segundo, dejar a los pueblos llamados del tercer mundo en paz y no seguir esquilmando sus recursos naturales. Lo último, utilizar la Red y las comunicaciones audiovisuales, solamente en las naciones que la puedan digerir. El ángel cortó la comunicación y sonrió amargamente. El y sus compañeros llevan seis milenios sin moverse de su sitio, en plan oracular y los mortales siguen sin hacerles el menor caso.

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