Migre a los veinte años y no fue por decisión propia.

La maleta era ligera y no se me ocurrió empacar recuerdos que hoy extraño.

Por mi mente no paso la idea del no regresar.

Me sé de memoria a pesar del tiempo, las calles y los huecos que las habitan.

Las casas, la gente que ha vivido siempre ahí.

Es un sentimiento extraño, como extraño es estar escribiendo esto hoy con tantos años de distancia.

Veo la fotografía y es mi casa, con el candado y la metáfora de la nota en la entrada.

Ahí viví, pero era tan diferente.

No hay círculo, paulatinamente me fui alejando y terminé sin ir a un lugar que está cerca.

Quiero recordar solo lo que llevo en mi corazón: mi cama que resguardo ese girasol de cueva que fui.

Mis pinturas y mis escritos.

La parte del librero que era mía.

Hay un montón de recuerdos en esa casa que sé que se está cayendo.

Por eso no voy.

Evado.

Tal vez algún día pueda recorrer esos caminos que cuando niña fui marcando.

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