Todo comenzó con interrogantes sin respuestas muy dentro de mi ser.

Al principio creí que se trataba de una incomodidad ante las oportunidades cada vez más sepultadas de un país en decadencia.

Noches, días, semanas pensando en que parecía una salida común de sobrevivencia. Digo común porque ante la crisis ya muchos habían dejado su tierra.

Huir quizás sea una salida «fácil» pensé, aún pueden surgir grandes ideas; acaso no fue en medio del miedo a la oscuridad que Thomas Alva Edison creó la luz… por qué no intentar algo nuevo, explorar, crear las oportunidades. Pero algo dentro de mí, mucho más fuerte que yo, me decía: “Esto no se trata de oportunidades, sino de obediencia”.

¿Obediencia? ¿Obediencia a qué o a quién?

Con el tiempo supe la respuesta.

Obediencia a mi voz interna, esa que tenía tiempo gritando: — ¡Déjame salir!

Finalmente inició un viaje, al principio con lágrimas, incertidumbre, pero siempre con las maletas llenas de fe.

— ¡Déjame salir! — Ella siguió gritando las veces que fue necesario, hasta hacerme entender que se trataba de creer.

Creer que lo que tenía dentro era suficiente.

¿Suficiente? Suficiente no es una palabra que parezca combinar con la soledad, tampoco con el desempleo y mucho menos con el desarraigo. ¿Suficiente? No lo creo.

Su insistencia era cada vez mayor:

— ¡Déjame salir! Ahora añadía: — ¡Es suficiente!

¿Suficiente? Suficiente no es una palabra que parezca combinar con la deuda, tampoco con los numerosos CV´s sin respuestas y mucho menos con el desarraigo. Tampoco con el cansancio. ¿Suficiente? no lo creo.

Transcurrían los días y seguía aquella voz; hasta que aprendí a escucharla con mi espíritu ¡y entendí que ya tenía todo dentro de mí!

Paradójicamente comprendí que no me define una profesión (que no estaba ejerciendo, por cierto) tampoco una familia (que físicamente no estaba a mi lado) mucho menos el dinero (que cada vez era menos) e incluso tampoco me define un país (del cual estaba lejos). Me define mi verdadera esencia.

El perfume de una mujer COMPLETA; con dones, talentos, carácter, amor y ¿por qué no? belleza. Una mujer que, aunque a sus 30 años parecía fracasar en un país extranjero, había logrado mantenerse firme solo por escuchar una respuesta certera: ES SUFICIENTE.

Entonces bajé los brazos, cedí a los reclamos, comencé a disfrutar de mí y lo que fluye en mi interior.

Me reconcilié con mis debilidades, me di permiso de equivocarme y también de celebrar los pequeños triunfos: el seguir de pie y con la capacidad de sonreír, el obtener un empleo por accidente, el tomar una buena fotografía, el conocer un nuevo lugar, nuevas personas, y, sobre todo, disfrutar un café conmigo misma…  DISFRUTAR, sin culpa.

Con el tiempo me hice dependiente de aquella voz:

– Yo soy suficiente.

– Yo soy fuerte en tu debilidad.

– Yo te cuido mejor que a las aves.

– Yo soy tu ayudador.

– Yo tengo planes de bien para ti.

– Yo soy fiel.

– Yo estoy en ti.

Cada vez fue más fácil callar la incertidumbre al creer en sus palabras y mejor aún, verlas hechas realidades.

Ahora sé que no importa el lugar en el que esté, tampoco los kilómetros recorridos. Triunfaré si soy obediente a esa voz que llevo dentro.

María Alicia (Shashi) Bauce

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