El Retorno Inexorable de la Emoción

El Retorno Inexorable de la Emoción

Habían unas casas muy juntas unas de las otras, se dejaban oír los ecos melodiosos de los pájaros, la montaña complaciente aun permitía su sombra sobre las calles de aquel barrio de una ciudad. Los niños aún no se habían levantado en ningún lugar, pues tal era la algarabía que producían por aquel barrio. Bien se podía intuir que era muy temprano en la mañana, la mañana de un día lunes. Lo que si comenzaba a escucharse era el ruido de las ruedas y motores de los automóviles y vehículos pesados arrastrarse rodando por el asfalto aun frio. Ellos los que se preparaban para ser emigrantes vivían en una de esas casas, la azul con verde, la de la puerta de metal gris, en la vereda que tiene el árbol de Pomarrosa a la entrada. El jefe de familia, Juan Carlos Fredon García, su esposa Tamara Pérez y sus dos hijos Juan Carlos Fredon Pérez y Ricardo Fredon Pérez. La pareja ya contaba con 56 años ella y 57 años el, y su hijo Juan Carlos contaba con 19 años, ya había concluido sus estudios de la escuela secundaria y debería iniciar sus estudios en la Universidad, que en ese país era de acceso gratuito. La madre era quien quería migrar porque los ingresos familiares ya no podían costear los costos de la manutención de la vida familiar, su esposo no quería irse de hecho mostraba su enfado a cada momento. Con expresión infame la increpaba: Yo no voy a irme contigo, estas empeñada en irte y dejarme solo, pero no voy a seguirte, te iras pues sola, comunícaselo a tus hijos. Ella enmudecida de dolor por la decisión irrevocable que había tomado, le comunico a sus hijos que su padre no los acompañaría, por lo que si deseaban podían quedarse con él o marcharse con ella. Ambos hijos resolvieron y se lo hicieron saber: .- No, madre iremos contigo, nada nos separara.- Y un abrazo entre los tres los unió más que nunca. Ese era el día de la partida, la renuencia del marido de no acompañarlos en la travesía hacia más pesada la decisión y la aventura. Pero cumplieron la travesía hasta la frontera, viajarían por tierra, ya en la frontera las revisiones de rutina por parte de la guardia fronteriza de ambos países el emisor y el receptor, chequearon que no tuviesen antecedentes penales y los dejaron pasar. La admisión a los diferentes autobuses para llegar al país de destino fue agotadora, el viaje por los caminos empedrados o semiasfaltados lento y angustioso, ya que con el trascurso de las horas crecía la incertidumbre, las dudas, donde llegare, quien me ayudara, donde me darán cobijo, donde trabajare. En las paradas de los autobuses dejaban al descubierto la vista de las montañas andinas y lo verde del paisaje, con ríos a las orillas de los caminos y fauna silvestre hasta que llegaron a la ciudades, una vez llegada a la capital del país de destino se alojaron en un hotel, para luego dedicarse a buscar trabajo los tres, ella, la madre consiguió trabajo en una lavandería, el joven de 19 años consiguió trabajo dando clases de salsa casino y el menor de 14 años, Ricardo, consiguió trabajo vendiendo periódicos. Tuvieron mucha suerte al emplearse rápidamente, a la semana de estar allí. Alquilaron una habitación en una residencia para los tres, con derecho a cocinar y demás servicios. El sentimiento de todos era por un lado el sentimiento de salir adelante y sobrevivir, de mejorar cada día, de ahorrar, cosa que en su país de origen, Venezuela era algo imposible por la hiperinflación. Pero en este nuevo país, hay inflación y los bienes y servicios son caros con relación al salario, pero por lo menos no tiene que sufrir este país medidas unilaterales de coerción, económicas y financieras y de bloqueo comercial y hasta naval. Así que pasaron muchos meses en la rutina diaria, hasta que llego un mes de marzo y se declaró una pandemia, peor que el rechazo y humillación que sufrían de los lugareños de su país anfitrión. Se comunicaban con el padre, quien ayudo a la familia que se quedó sin ingresos por el confinamiento al cual fueron sometidas las familias por la pandemia. Ellos quedaron confinados en una ciudad con un alto número de contagios, los muertos eran abandonados en las calles y abrieron fosas comunes para enterrarlos. Afortunadamente no los echaron a la calle por no pagar la renta, ya que regresar no pueden por que las fronteras están cerradas, y deben pasar varias fronteras por tierra para regresar a su país de origen. Ella que estaba decidida a sobrellevar el bulling y la xenofobia que habían originado los medios de comunicación en la población, al generar una opinión pública de rechazo hacia los venezolanos, acusándolos de criminales, de que les quieren quitar los empleos. En fin, llegado a este punto, con la pandemia en puertas, lo más conveniente sería regresar al país de origen, Venezuela, pero los países de tránsito no lo permiten, las fronteras están cerradas, la muerte toca a su puerta pero ella no le abre, tiene esperanza de salir con vida de aquel lugar que se ha convertido en su peor pesadilla. La inmigración ha sido para ella eso, una pesadilla, sus manos temblorosas ante las muchas noches sin dormir, atraen hacia su pecho a sus hijos, que amorosos la abrazan, como si aún fuesen niños pequeños, refugiados en su pecho el tiempo se hace eterno y pueden soportar mejor el hambre producto de la comida racionada. Los días se hacen largos, los tres conversan unidos por un vínculo exacerbado por la proximidad física de horas consetudinarias de convivencia, sin ningún tipo de distracción: Ricardo expresa: -.Madre cuando terminara el aislamiento social.- A lo que ella responde: .- Cuando consigan la vacuna contra el virus.- A lo que Juan Carlos su hijo mayor respondió: .-Los empresarios no van a esperar, abrirán las empresas y los comercios para garantizar s ganancias.-

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