La migración generalmente es vista como una realidad de gente que al no ver sus expectativas logradas en su terruño natal, o malogradas en realidad por calamidades muchas veces, cambia de geografía por un nuevo porvenir, para él y los suyos…

Guerras, cataclismos, recesiones económicas siempre fueron las principales causas de miles de inmigrantes que inician generalmente un duro peregrinar hacia una nueva oportunidad de vida y sueños…

Pero en algunos casos la motivación es otra, veces donde como verdaderos cisnes negros te desafían tu zona de confort para que abras las alas a un nuevo inicio…nuevos sueños…

Nuevo inicio que quiero compartir con ustedes, para muchos puede parecer una aventura amorosa pero el desenlace lo convierte en una historia de emigrante por una razón considera como sinrazón por el común de la gente pero yo considero el animarse a apostar por el verdadero amor…

Vamos a los hechos para que ustedes saquen sus propias conclusiones, soy un argentino nacido y criado en la patagonia, y como ocurrió con la mayoría de mis contemporáneos entre finales del 70 e inicios del 80 finalizamos nuestra escuela secundaria y viajamos a Buenos Aires por una carrera universitaria; donde nuestras realidades estallaban en mil fragmentos al conocer un universo de nuevas posibilidades culturales, sociales, deportivas y tecnológicas. Para que los citadinos puedan comprenderme mejor deben saber que vivía hasta los 17 años en una ciudad de 40.000 habitantes y aterrizo como estudiante en una ciudad cosmopolita de casi diez millones de habitantes.

Curse hasta 1983 la carrera de Ingeniería en la universidad estatal, y el advenimiento de la democracia en mi país también hizo correr en mis venas la participación política e iniciar una militancia juvenil llena de ideales y utopías que re-significaron mi vida que desemboco en mucha actividad social en comunidades marginales y en esos menesteres conozco a mi pareja, con la cual obnubilados por el nuevo mundo a construir nos volvimos a mi patagonia querida para construir nuestra vida y desarrollar nuestras actividades de militancia social y política.

Por 25 años vivimos en diferentes zonas de esa inmensidad geográfica, desde el extremo sur hasta su norte limitando con el centro del país, realizamos muchas obras como comedores populares, escuelas de artes y oficios, cooperativas de diversas índoles y militancia en diversas opciones políticas siempre de ideología de izquierda, con el limite de la izquierda argentina debido a la existencia del partido peronista que atraviesa transversalmente todos los tintes políticos tal movimiento de masas como se lo define.

En lo personal trabaje en el petróleo y diversas obras industriales, lo que generaba largos periodos de ausencia en casa, y muchos buenos reencuentros; muchas veces atribuimos a ello nuestros seis hijos y un clan muy cerrado en lo afectivo hasta que ellos pasaron su adolescencia y comenzaron a independizarse.

Lo central de esta historia me ocurre en 2013, por oferta de una empresa multinacional me traslado a Montevideo, Uruguay para realizar una obra de montaje en 5 meses; y me gusto la propuesta, de la cual mi función era la de administrar la logística y compras para llevar a buen puerto la conclusión del proyecto. Desarrollando esa tarea me relacione con muchas firmas comerciales locales; y a veces, esto generalmente no se contempla pero son muy importantes,  generé relaciones interpersonales para obtener mejores negocios entre proveedores y compradores.

En esas funciones conocí a Laura, una mujer de mente brillante y muy hábil en sus tareas, diez años menor a mis vividos cincuenta; y lo que comenzó con simples charlas de negocios fueron derivando cada vez más en cuestiones personales y un enamoramiento mutuo que nos sorprendió de forma maravillosa y temeraria, dado que ambos sosteníamos tener nuestras vidas resueltas en todos los ámbitos y no precisábamos un amorío temporal.

La obra llego a su fin, más o menos en tiempo y me enfrente a la decisión de tener que retornar a casa, pero en mi corazón existía el deseo de unirme a este nuevo posible amor, y así se lo planteé, su respuesta fue: –“Si eres capaz de comenzar un nuevo destino, te acompaño”

Esa extraña forma de decirme si desato mi decisión de migrar, al sur regrese para explicar a mi ex familia mi decisión, y que perdonen si los lastimaba pero no creía traicionarlos dado que cada uno de mis hijos ya tenían su vida encaminada, y con mi esposa éramos solo buenos amigos hace bastante tiempo.

Así que deje todo y me instale en Uruguay, buscando trabajo y tramitando la nueva ciudadanía, al mismo tiempo que iniciaba una nueva vida en pareja que hoy puedo definir como verdadero amor, que no se basa en ninguna promesa de uno para otro y si en un descubrir permanentemente de a dos, cosa que me ocurría por primera vez en mi vida.

Trabajo conseguí tras los primeros cinco difíciles y largos meses de trajinar por una ciudad desconocida y sin contactos, ofertando solo mi capacidad intelectual dado que todo lo material lo deje a mi antigua familia, y si bien muchos creerán que no hay mucha diferencia entre Argentina y Uruguay, es porque no conocen la realidad.

No dejas de ser extranjero sin historia en un país diferente hasta en el idioma, si bien es parecido, tiene muchas palabras que representan diferentes cosas o cosas que se llaman de distinta forma , y uno va aprendiendo por ensayo y error, mas error que ensayo…

Las costumbres también difieren, de eso te das cuenta a partir de convivir con tus nuevos vecinos,  muchas puertas se cierran por no compartir la misma nacionalidad, pero por suerte siempre surge una mano amiga al borde de la desesperanza, comenzando una nueva vida a partir de ese primer trabajo.

Lo que demuestra que lo primero que se debe dar a todo inmigrante no es ayuda económica sino la dignidad de ganar su propio pan con sus manos.

Y hoy, tras cinco años, puedo aseverar con alegría que soy un inmigrante por amor.

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